domingo, 19 de mayo de 2013

Ein Freund in Musikverein

Apenas cinco días de descanso fueron los que tuvo el coche después de volver de Madrid. La coyuntura hizo que el fin de semana siguiente mi buen amigo Eduardo viniera a Viena. Y como en el 2012 no pusimos pie en la otrora capital austrohúngara no podíamos perder la ocasión. Nada más terminar la jornada laboral arrancamos los motores y cruzamos media Eslovenia por sus autopistas, las cuales son mejores que las austriacas, en estos momentos llenas de obras. Hicimos una parada para entrar en Maribor a recoger una persona desconocida para compartir gastos de gasolina contactada a través de la web dedicada a ello. Luego también llevaríamos de vuelta a otra persona hasta Liubliana, y la verdad es que te ahorras con ello un dinero importante. Y otra parada cayó antes de cruzar la frontera para repostar de forma más barata mientras podíamos y para hacernos con la "viñeta" de peaje obligatoria para las autopistas austriacas. Llegamos ya con las luces de la noche, ralentizados por la constante lluvia del viaje aunque sin problemas para encontrar la casa de Žiga, un amigo de Monika que vive desde hace tiempo en Viena. Dejamos el equipaje y salimos a pasear un poco por el centro y a comer un kebab de los buenos. Nos hizo muy mal tiempo todo el fin de semana, y es que tenemos la negra últimamente en todos los viajes. Pero a pesar de ello lo pasamos muy pero que muy bien. Como siempre aprovechamos para ver a antiguos amigos del erasmus, como Ivan, Adjima o Dražen. Comimos en nuestros restaurantes favoritos de aquella época. Esta vez no en Deewan sino en Gangl, un restaurante con comida típica austriaca. Pero si no lo habéis olvidado, la razón principal del viaje era que Eduardo iba a estar allí. Canta música clásica y desde hace un tiempo forma parte del coro de la Universidad Politécnica de Madrid. Pues bien, dicho coro fue invitado por la orquesta de la universidad homónima de Viena a participar junto a otro coro austriaco en su concierto de primavera. Y este concierto se realizaría nada más y nada menos que en el Musikverein, el principal auditorio de música clásica de Austria y uno de las mecas mundiales. Allí es donde hacen el famoso Concierto de Año Nuevo. Yo había comprado las entradas por Internet hacía tiempo y la tarde del sábado allí la pasamos. La música, sinfónica, no la conocía, pero me gustó bastante y no puedo ni imaginarme lo que ésto significaba para Eduardo. Después de ello organizaban en un heuriger (los típicos mesones austriacos con vino propio) de las afueras de la ciudad, en el popular enclave de Grinzing, una cena para todos los músicos y sus familiares y amigos. Allí nos plantamos todos con muy poca vergüenza y nos pusimos finos de comida, aunque sobre todo de bebida. Hasta yo bebí, y es que el spritzer, bebida típica austriaca que mezcla vino, preferiblemente blanco, y gaseosa, entraba como la seda. Lo pasé como hacía mucho tiempo que no lo hacía, y fue una experiencia cuando menos curiosa.

Haciendo el payaso en un lugar demasiado estirado
Con la estrella del bel canto en el heuriger

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