martes, 28 de mayo de 2013

Študentski tek na grad

Tanto en el 2011 como en el 2012 hubo una tarde de mayo en la que pasé por la plaza principal de la ciudad y tuve envidia. Envidia de no poder participar en un acto que a simple vista parecía muy simpático. De no poder participar por no tener tiempo por trabajar. De no poder participar por no tener la condición necesaria también, para que nos vamos a engañar. La mejora de mi forma física de los últimos tiempos y el cambio a un horario de trabajo más convencional me han permitido ajustar esa pequeña cuenta pendiente este 2013. Cada mes de mayo, ante la inminente llegada de los exámenes de junio y el fin del año académico, se organizan un sinfín de eventos culturales y deportivos en el ámbito estudiantil liublianés. En lo que a deporte se refiere el momento cumbre es la carrera estudiantil al castillo. Son dos kilómetros y medio desde la plaza de Prešeren hasta la restaurada fortaleza que domina la ciudad, digamos que más o menos divididos a partes iguales entre una primera parte llana que luego acaba dando paso a la subida al castillo.

Salida y meta, abajo y arriba

Esta edición era ya la número 20, como casi todas las cosas en Eslovenia (porque hace 21 años de la independencia de Yugoslavia), y si no me equivoco la primera en la que se podía participar con chip y medición de tiempo mediante este sistema. Además, la inscripción era gratis, así que no dejé pasar la oportunidad. La carrera empezaba a las siete de la tarde, pero había que recoger el dorsal bastante antes. Así que el tiempo entre medias estuve tomando algo con Monika en Makalonca, una popular cafetería con terraza en el río. En el mismo río. Cuando se acercaba el momento fui a la línea de salida, en la que me situé bastante adelante. Hubo un calentamiento conjunto y tras una espera que se hizo un poco larga se dio la salida. Todo el mundo salió muy rápido, y yo también. Tal vez confiado en que al ser una distancia corta podría mantener el ritmo. Craso error. En la parte llana no hubo problemas. No estaría muy lejos de la cabeza, pero la respiración ya se había empezado a acelerar y lo acabaría pagando en la subida. Se ascendía al castillo por la carretera, una parte que no conocía y que se me hizo eterna. Mi ritmo fue bajando poco a poco, al mismo tiempo que mi respiración se volvía vertiginosa. Una cantidad ingente de personas me adelantaba y mi objetivo pasó a ser el no detenerme y no vomitar. El dolor de piernas era horrible y el sabor metálico en la boca poco alentador. Conseguí sacar fuerzas de flaqueza y terminar la ascensión para afrontar los últimos metros, ya arriba. Crucé la meta con un tiempo de 12 minutos y 29 segundos. Ni gran ni mal resultado. A pesar de lo decepcionante de que en la cuesta me adelantase tanta gente estuve en mi tiempo de a cinco minutos el kilómetro. Y en la zona media en cuanto a puestos se refiere. Y eso para haber estado sin correr absolutamente nada desde la media maratón de Madrid y para subir una cuesta imponente supongo que no está nada mal. Pagué la novatada de comenzar demasiado rápido. Para la próxima vez ya me lo sé.

Echando el rato en Makalonca

sábado, 25 de mayo de 2013

Velenje

Otra de las excursiones de estos días fue a Velenje, oficiosamente la ciudad más fea del país. A este calificativo han contribuido una serie de características especiales de la quinta ciudad del estado, con en torno a los 35 mil habitantes. Se trata de la ciudad más industrial de Eslovenia, principalmente conocida por las minas de carbón explotadas desde 1875. El inicio de su explotación fue lo que motivó el crecimiento de la población con la llegada de muchos trabajadores. Una muestra de su carácter obrero es que en la década de los 80 se llamó Titovo Velenje en honor al líder yugoslavo tras su muerte (cuya efeméride, por azares del destino, es hoy). Claro está que en Velenje todo gira en torno a la minería y visitar la mina antigua, la más grande del país y hoy convertida en museo, era nuestro objetivo. Por eso no pisamos el centro de la ciudad, pero desde el autobús pude ver el castillo, probablemente única cosa destacable entre los numerosos bloques de pisos. En el museo nos recibieron los propios mineros, que nos ofrecerían una visita guíada tanto por fuera como por dentro. Fuera pudimos ver los tres lagos artificiales que han aparecido como consecuencia de la extracción de carbón, que ya han hundido alguna aldea y siguen creciendo. En algún momento se llegarán a unir para superar a Bohinj como el lago esloveno más grande. Hace años sus alrededores por lo visto eran horribles, pero en los últimos años se están llevando a cabo tareas de acondicionamiento y en una parte te puedes incluso bañar. También se puede encontrar un campo de golf y el estadio del NK Rudar, el club de fútbol de la ciudad que milita en la primera liga nacional. No lo fotografié para que lo vierais, pero un estadio de la máxima división con una sola pequeña tribuna resulta un poco ridículo para una persona en cuyo país de origen el fútbol es el deporte rey de los tontos. Otra cosa que pudimos ver a lo lejos fue la fábrica de Gorenje, otra de las grandes industrias de la ciudad. Gorenje se dedica a la producción de electrodomésticos, siendo una de las grandes empresas eslovenas y con cierta presencia en el mercado internacional. Aún recuerdo la sorpresa que me llevé en mi piso de alquiler en Salamanca al descubrir que el frigorífico era Gorenje. Por cierto, Gorenje da nombre y patrocina al equipo masculino de balonmano de la ciudad, dominadores de la liga nacional en los últimos años y con una importante presencia en las competiciones europeas. Y lo que es imposible de no ver en los alrededores es la central termoeléctrica de Šoštanj, la más grande de Eslovenia y que produce en torno a un tercio de la energía que necesita la red eléctrica del país. Šoštanj es una ciudad pegada a Velenje en la que todo gira respecto a la central, que es la que se nutre actualmente de los más de 50 kilómetros de minas de carbón.

El castillo de Velenje a lo lejos

Velenjsko jezero, el lago más grande de los tres
Futbolistas del NK Rudar entrenando
en sus modestas instalaciones
La imponente fábrica de Gorenje
Pero más imponente es la central termoeléctrica

Una vez entrados en situación nos dispusimos a bajar a las entrañas de la tierra. Para ello nos servimos del ascensor más antiguo de Eslovenia, aún en funcionamiento y que con dos plantas baja a una velocidad considerable a 125 metros de profundidad. Nunca había estado en una mina y la experiencia fue más que interesante. Lástima que no se pudieran bajar aparatos electrónicos para plasmarlo en imágenes. Lo primero que me llamó la atención fue el olor del aire, con su mezcla de diferentes gases, y las corrientes de viento generadas para mantenerlo lo más respirable posible. Para la visita hay que pertrecharse como un minero, con el casco, la chaqueta y el almuerzo típico. La visita esta dividida en dos partes. A través de la mina antigua, con sus pasillos de madera, te guía el famoso escritor esloveno Anton Askerč, quien dejó por escrito la dura vida de los mineros hace más de 100 años. Después se puede visitar la mina moderna, con su maquinaria más actual y su tren para transportarse. Prácticamente dos horas estuvimos bajo tierra, descubriendo que incluso en los lugares "feos" hay muchas cosas interesantes por descubrir.

La estructura sobre tierra del ascensor
El antiguo ropero de los mineros

jueves, 23 de mayo de 2013

Živalski vrt

En las últimas semanas he hecho unas cuantas excursiones con el colegio, tanto a lugares que ya había visitado como que no. Pero también hice una excursión con la guardería. No nos desplazamos muy lejos. Fuimos al zoólogico de Liubliana. Estuvimos unas cuantas horas allí con los niños, con algún taller en el que se les presentaron más de cerca algunos animales y con un paseo en el que vimos casi todo el zoo. El único zoo de Eslovenia se encuentra en una parte de Rožnik. Fundado en 1949, es bastante pequeño, pero tiene bastante fama. Siendo el único del estado poca competencia tiene. De hecho, creo que todos los niños ya habían estado y aquello estaba hasta arriba de excursiones. Y es que a pesar de su modesto tamaño (y su alto precio, porque menos mal que no necesité pagar los siete euros y medio de entrada) está en una zona muy bonita y resulta muy acogedor. Además, precisamente por sus dimensiones resulta muy abarcable. Tampoco pude descubrirlo a fondo, pues había que estar atento a los niños, pero me sirvió para hacerme una idea aproximada de lo que ofrece. Animales típicos de estos lugares (para muchos prisión, con lo que no difiero del todo), como las jirafas, las cebras o los leones y algún espectáculo con ellos, como el que vimos con un león marino.

Para ver osos en Eslovenia no es que haga mucha falta ir al zoo

domingo, 19 de mayo de 2013

Ein Freund in Musikverein

Apenas cinco días de descanso fueron los que tuvo el coche después de volver de Madrid. La coyuntura hizo que el fin de semana siguiente mi buen amigo Eduardo viniera a Viena. Y como en el 2012 no pusimos pie en la otrora capital austrohúngara no podíamos perder la ocasión. Nada más terminar la jornada laboral arrancamos los motores y cruzamos media Eslovenia por sus autopistas, las cuales son mejores que las austriacas, en estos momentos llenas de obras. Hicimos una parada para entrar en Maribor a recoger una persona desconocida para compartir gastos de gasolina contactada a través de la web dedicada a ello. Luego también llevaríamos de vuelta a otra persona hasta Liubliana, y la verdad es que te ahorras con ello un dinero importante. Y otra parada cayó antes de cruzar la frontera para repostar de forma más barata mientras podíamos y para hacernos con la "viñeta" de peaje obligatoria para las autopistas austriacas. Llegamos ya con las luces de la noche, ralentizados por la constante lluvia del viaje aunque sin problemas para encontrar la casa de Žiga, un amigo de Monika que vive desde hace tiempo en Viena. Dejamos el equipaje y salimos a pasear un poco por el centro y a comer un kebab de los buenos. Nos hizo muy mal tiempo todo el fin de semana, y es que tenemos la negra últimamente en todos los viajes. Pero a pesar de ello lo pasamos muy pero que muy bien. Como siempre aprovechamos para ver a antiguos amigos del erasmus, como Ivan, Adjima o Dražen. Comimos en nuestros restaurantes favoritos de aquella época. Esta vez no en Deewan sino en Gangl, un restaurante con comida típica austriaca. Pero si no lo habéis olvidado, la razón principal del viaje era que Eduardo iba a estar allí. Canta música clásica y desde hace un tiempo forma parte del coro de la Universidad Politécnica de Madrid. Pues bien, dicho coro fue invitado por la orquesta de la universidad homónima de Viena a participar junto a otro coro austriaco en su concierto de primavera. Y este concierto se realizaría nada más y nada menos que en el Musikverein, el principal auditorio de música clásica de Austria y uno de las mecas mundiales. Allí es donde hacen el famoso Concierto de Año Nuevo. Yo había comprado las entradas por Internet hacía tiempo y la tarde del sábado allí la pasamos. La música, sinfónica, no la conocía, pero me gustó bastante y no puedo ni imaginarme lo que ésto significaba para Eduardo. Después de ello organizaban en un heuriger (los típicos mesones austriacos con vino propio) de las afueras de la ciudad, en el popular enclave de Grinzing, una cena para todos los músicos y sus familiares y amigos. Allí nos plantamos todos con muy poca vergüenza y nos pusimos finos de comida, aunque sobre todo de bebida. Hasta yo bebí, y es que el spritzer, bebida típica austriaca que mezcla vino, preferiblemente blanco, y gaseosa, entraba como la seda. Lo pasé como hacía mucho tiempo que no lo hacía, y fue una experiencia cuando menos curiosa.

Haciendo el payaso en un lugar demasiado estirado
Con la estrella del bel canto en el heuriger

jueves, 16 de mayo de 2013

Rock'n'roll road trip

Tanto silencio tiene una respuesta a gritos: que no he parado. Todo empezó el sábado 27 de abril, cuando tomé no un vuelo sino dos a Madrid. La política de cancelación de vuelos Madrid - Venecia sigue su curso, así que si ya era antes difícil encontrar algo decente cada vez lo va siendo aún un poco más. En fin, no quedó otro remedio que probar una nueva ruta. Ésta fue Trieste - Londres Stansted - Madrid, todo ello con Ryanair. Estaba comprado con tiempo, por lo que no fue ni caro ni barato. Tampoco excesivamente práctico, pero la verdad es que el viaje no supuso más horas que en otras ocasiones. Llegamos con la noche ya entrada, una cena de pasta con la familia y a acostarse, porque al día siguiente tenía cita con uno de los mayores retos físicos de mi vida. Si os acordáis hace un tiempo me dio por empezar a correr. Después de los diez kilómetros había que dar un paso adelante y me apunté al medio maratón del Rock'n'roll Maratón de Madrid. Con el "extraordinario" tiempo que está haciendo este año no pude empezar a entrenar hasta finales de febrero, y aún así me tocó hacerlo la mayoría de las veces con nieve, frío o lluvia. Pero pude entrenar bastante por Liubliana (este año cambié Rožnik por Celovška Cesta) y Bled (una maravilla correr alrededor del lago), aunque no tanto como me hubiera gustado. Lo máximo que llegué a correr en un entrenamiento fueron 16 kilómetros, por lo que tenía alguna duda al respecto. Al final todo salió bien, solo un poco de sufrimiento muscular en los últimos kilómetros. La marca fue de 1:51:53, nada mal para ser la primera vez y en unos registros muy similares a los de los 10 kilómetros de Liubliana.

Foto de cretino absoluto

Además de esto y de ver a la familia y a los amigos la otra gran razón del viaje era recoger al fin el Citroen C3 que compramos allí en Navidades. Para volver con él a Eslovenia, claro. En esta ocasión Monika y yo fuimos con un par de amigos eslovenos, por compartir gastos y distribuir las horas de conducción, pero a fin de cuentas acabé prácticamente conduciendo yo casi al completo los 2.200 kilómetros que hicimos. A Madrid le separan unos 2.050 kilómetros de la capital eslovena, pero decidimos dar un poco de vuelta para ver algún lugar que nos apetecía. El viaje lo planeamos con tiempo y lo decidimos hacer en tres días. La primera jornada fue de Madrid a Castries, un pueblo cerquita de Montpellier donde habíamos reservado el hotel, barato y bastante aceptable. Fue el día de mayor kilometraje, con 980 kilómetros al volante sin relevos. Pero no se me hizo muy duro, probablemente porque las autopistas españolas fueron las mejores de todo el camino. Llegamos sin problemas sin GPS ni mierdas así, aunque justo la cagamos en la misma calle del hotel intentando entrar en una casa particular. Esa misma noche dimos una vuelta por el pueblo, muy coqueto, y a la mañana siguiente visitamos Montpellier. Es una bonita ciudad de la costa sur francesa con orígenes medievales. No me gusta reconocerlo, pero me gustó Francia más de lo esperado en mi primera vez, ¡y los franceses no me parecieron tan desagradables como pensaba!

Una sorprendente cantera en Castries
No solo en Segovia hay acueductos
Ya en Montpellier hicimos un nuevo colega, Luis XIV
Esto es la France, amigos

El segundo día era en el que habíamos de cruzar toda la Costa Azul para adentrarnos en Italia. Al poco de dejar Montpellier la carretera se fue convirtiendo en una sucesión interminable (¡más de 200 kilómetros!) de viaductos, túneles y subidas y bajadas, todo ello con una gran pendiente sobre el mar, a cuya orilla quedaban lugares como Cannes, Niza, Mónaco o San Remo y Génova ya en Italia. Una carretera muy bonita pero de desgaste al volante, así que tuve que dejarle un rato a Monika. Nuestro destino era Cinque Terre, el cual nos costaría encontrar un poco más esta vez. No nos quedamos en ninguno de los famosos cinco pueblos, pues los precios eran prohibitivos, sino en Biassa, un pueblo también muy pintoresco en las colinas sobre el mar. A la mañana siguiente tan solo visitaríamos uno de los más famosos, Riomaggiore, pues el aguacero que caía no era muy placentero. Aguacero que nos acompañó en gran parte del camino de vuelta a Eslovenia, donde llegamos ya caída la tarde del domingo para descansar lo mínimo y levantarse al día siguiente para continuar con la rutina del trabajo.

Biassa
Cinque Terre
La máquina junto al acantilado
Riomaggiore
Conduciendo a través del corazón de la tormenta