domingo, 28 de julio de 2013

Nočna 10ka

«Aunque a Monika le hiciese más ilusión apuntarse que a mí la verdad es que también tengo ganas de correr la carrera. Total, nunca he corrido por la noche y hacerse diez kilómetros alrededor del lago no tiene que estar nada mal. Eso sí, a ver cómo coño se me da, con lo poco que he "entrenado". Si desde que corrí la carrera al castillo solo he salido cuatro días... Me gustaría hacerlo en menos de cincuenta minutos, pero ya veremos. Paso a paso y sin presión, que así se corre mejor. La verdad es que hay bastante gente, tal vez demasiada. Esta Nočna 10ka se está haciendo muy popular. Además, aquí hay cada motivado de la vida... Bueno, vamos a calentar un poco que ahora en un ratito, a las diez, se empieza».

- ¡Suerte, Monini!

 «La salida será de locos, como en todas las carreras. Pffffff, y vaya que si lo es. Demasiada gente para tan poco espacio. Como sea todo el tiempo así apaga y vámonos. ¡Coño! Que me como el puto bolardo. Joder, esta tía de delante mía se ha apartado en el último momento y casi me destrozo la rodilla. A lo mejor al final me tenía que haber traído la linterna, porque la verdad es que no se ve una mierda. ¡Qué agobio de gente! Pero el sonido de las miles de plantas de los pies resulta incluso tranquilizador. Es lo único que se oye. Claro, nada más de empezar todavía la gente no respira fuerte. Y mira a los turistas, como animan. Esos tres chicos eran españoles. ¡Ostias! Menos mal que he visto en el último momento ese macetero. P'habernos matao. Ya está aquí, señores. La crisis de los dos kilómetros. ¡Qué calor! Es que hace un caloruzo apestoso. Hace bochorno de cojones. Buah, voy reventao. A este paso ni termino. Yo creo que es por correr por la noche. No estoy acostumbrado y aunque no haya hecho nada en todo el día el cansancio de to'l día se nota. Es que no tengo energías ni para mirar el lago. Mira, una banda. Está bien el ambiente, oye. Y menos mal que empieza a haber más espacio. Ya se puede correr más a gusto. ¿Ha sido eso una gota? Sí, sí. Está empezando a llover. Ahora que caiga aquí un tormentón de los que acostumbran. Ay, pues la verdad es que no llueve mucho y me está dando toda la vidilla, porque me estaba cociendo. No me importaría que siga chispeando así todo el rato, porque se corre mucho más agusto. Pero el dolor de músculos no me lo quita. No voy, eh. No voy. Me parece a mí que adiós a hacerlo en menos de cincuenta minutos. Si hago menos de lo que hice en el maratón de Liubliana ya me doy con un canto en los dientes. Pero me da a mi que ni eso. Me siento super pesado. Aish, aquí está la meta, ya solo me queda una vuelta entera y se acabó. Esa rubia de ahí lleva un buen rato delante mía. Debe ser que llevamos el mismo ritmo. Me la voy a marcar para llevar un ritmo constante. Ahora viene la cuesta dura. A ver si no me duelen mucho las piernas. Pues no es tan dura. Si estoy adelatando a gente y todo. O voy mejor de lo que creo o la gente aquí tira menos que en la carrera al castillo. He adelantado a la tía esta y todo. Ahí al fondo de la bajada está ya otra vez la salida. Cuatro kilometritos y c'est fini. ¿QUÉ? A esos de ahí alante les ha dicho que van a hacer los diez kilómetros en cuarenta y cinco o cuarenta y seis minutos. No puedo ir tan mal yo entonces. La rubia esta me ha adelantado en la bajada otra vez. Mira, ahora dice que los que vamos por aquí ahora bajamos de los cincuenta minutos. No iré tan mal. Coño, ahora las piernas parece que van más ligeras y todo. A darlo todo que ya queda poquito y al final a lo mejor lo consigo. No puedo fallar ahora. Voy a coger agua en el avituallamiento porque me muero de sed. ¡Ala! Se me ha caído todo en la camiseta. Estoy empapado. La rubia se ha parado para beber. Vamos no me jodas, yo no me paro ni harto de vino. Aquí al lado de los hoteles en la vuelta anterior había más turistas. Vamos, vamos, un poco más de aguantar el dolor que se acaba. ¿Sigue lloviendo? Ni idea. Ni lo noto. ¡Coño! Hay estaba la señal de nueve kilómetros. Solo queda uno. Voy a acelerar hasta el final, aunque voy cascado. A ver si aguanto. Bueno, un poco más rápido voy pero la verdad es que no voy nada fino. A ver si cojo a ese tío de ahí antes de la meta. Ná, no le he cogido. A ver si veo el cronometro que en la vuelta de antes no lo he... !JO-DER! 47:24 o así marcaba. ¡Pero si me he sentido fatal toda la carrera! Voy a coger un Powerade de estos y vuelvo un poco hacia atrás para animar a Monika cuando llegue. Anda mira, si me ha llegado un mensaje con el resultado. 46:52. ¡Guau! Lo he petado. ¡Pero si las sensaciones han sido horribles! A ver si llega Monika ya. ¿Es esa? No. ¿Esa? Tampoco. Ahí, ahí está».

- ¡VAMOS, MONIKA! ¡VAMOS! ¡VAMOS!

«¡Qué bien! Ella también lo ha hecho muy bien. Mucho mejor que la otra vez. Habrá hecho en torno a la hora y cinco minutos. Voy a ver si la encuentro y a celebrarlo».


domingo, 21 de julio de 2013

Krk in še marsikaj

Este verano, a diferencia del pasado, me quedo aquí. Cosas de tener un trabajo de verdad. Lo cual supone también que otro año más no voy a poder tener muchas vacaciones con Monika, porque ella tiene un trabajo de verano que está bastante bien y del que hable tal vez algún día por aquí. Uno de los pocos fines de semana que teníamos libres los dos lo aprovechamos para volver a Croacia, dos años después. El hecho de tener coche nos permitió dar un paso más e ir a una de las miles islas croatas. Una incongruencia que te puedes permitir gracias a que la isla de Krk (sí, así, sin vocales) está conectada al continente por un espectacular puente. Se debe a que está muy cerca de tierra firme, a poca distancia de la Península de Istria y de Rijeka, tercera ciudad del país y que dejamos a un lado. Salimos el viernes nada más terminar de trabajar y nos esperaban más de tres horas de viaje, cruzando una comarc de Eslovenia por la que nunca había pasado con una carretera muy bonita pero poco práctica. Sorprendente la cantidad de puestos para cambiar moneda en el último pueblo esloveno antes de la frontera, en la que tuvimos que mostrar nuestras identificaciones a pesar de la muy reciente entrada de Croacia en la Unión Europea. Y es que aún no forman parte del Espacio Schengen. No menos boquiabierto me dejó el hecho de que la enrevesada carretera eslovena diera paso a autopista nada más entrar en Croacia. Los croatas saben que tienen que cuidar el turismo.

El castillo de Rijeka desde el coche

La isla de Krk es la que se encuentra más al norte del país y con unas dimensiones importantes es la segunda más grande. Obviamente es un punto importante para el turismo de sol y playa, más si cabe por su cercanía por carretera a Centroeuropa. Es conocida por ser la isla a la que van los eslovenos, pero aquello también estaba repleto de alemanes, austriacos y muchísimos checos. También se podían ver bastantes coches eslovacos, polacos e incluso daneses y suecos. Vamos, que era casi una nueva Babilonia. Son diferentes las localidades que reciben todo este turismo. Nosotros nos encaminamos a la capital de la isla, con el mismo nombre de Krk. Nos costó bastante encontrar el alojamiento, un Hostel Krk que resultaría una mala elección. Habíamos reservado una habitación doble y nos pondrían en una con cuatro camas. La noche del viernes la pasaríamos solos, pero el sábado tuvimos que quejarnos para que nos cambiaran de habitación porque había otras dos personas, además de cucarachas. En todo caso era bastante cutre y por la noche tocaba una banda típica croata formada por niños que parecía una broma de mal gusto. Creo que ya vamos teniendo una edad para empezar a ser más exigentes la próxima vez. Al menos la ciudad era bastante bonita, muy similares a las istrianas, con su casco antiguo fortificado que da al mar y sus callejuelas estrechas y con pendiente. La ciudad estaba dominada por un cardus y un decumanus gracias a su origen romano. Todo esto lo pudimos apreciar en bonitos paseos. Los restaurantes y su pescado no destacaban especialmente y las playas, que solo probamos el viernes por la tarde nada más llegar tampoco es que fueran muy tentadoras con su hormigón y sus rocas. Por cierto, el mar Adriático estuvo helado todo el fin de semana.

Un atardecer en Krk

El sábado decidimos pasarlo entero en Baška, un pueblo no tan antiguo y que se acerca más a los cánones del turismo de playa. Fuimos en coche prontito por la mañana, cruzando un monte que divide la isla. Según nos acercábamos el paisaje se iba descarnando, el cielo se cubría y el viento azotaba. Así las cosas, cuando llegamos a la larga playa de arena, una auténtica rareza por estas latitudes, mucha gente se marchaba. A pesar de ello el día no fue excesivamente malo y la playa estaba hasta arriba. Casi mejor sin sol, porque nos habríamos torrado. Pudimos disfrutar del día relajándonos, y con algunas olas en el mar.

Cruzando el interior de la isla
El mar revuelto y el paisaje descarnado
Increíble pero cierto: playa de arena en Croacia

El domingo nos decantamos por deshacer parte del camino hecho y pasar la mañana en Opatija, para aprovechar y dejar hechos ya los peores kilómetros. Opatija está al otro lado de Rijeka, justo en el inicio de la Península de Istria, pero en el este, al otro lado de ciudades como Vrsar o Novigrad. Destaca por ser la localidad más señorial de la costa istriana, y es que el Imperio Austrohúngaro la convirtió en su destino costero. Es curioso circular por su bulevar repleto de edificios del siglo XIX. Además es famosa por ser bastante pija, ya que tiene numerosos hoteles de lujo, casinos y toda la pesca, como si de un pequeño Mónaco se tratase. Con dificultades conseguimos aparcar el coche y nos marchamos un rato a la playa. Había muchas pero todas de hormigón. Y el oleaje este día también era fuerte. Pero algo salvó la mañana, y es que en una de las playas había colchonetas hinchables al más puro estilo de Humor Amarillo. Estas cosas están muy de moda últimamente por aquí y pasamos un rato en grande pegándonos guarrazos.

El estilo austrohúngaro en la playa como que no pega
La costa oriental de Istria me pareció algo diferente a la del oeste
Haciendo el gamba con Rijeka al fondo

Finalmente, ya entrada la tarde, nos encaminamos de vuelta a casa. Pero no habíamos comido y haríamos una última parada en Ilirska Bistrica, la localidad más grande de esa comarca eslovena por la que pasa la carretera. Su nombre recuerda a la tribu de los ilirios, uno de los pueblos indoeuropeos de esta zona que habitaban antes de la llegada de los romanos. En su origen tenía el nombre de Bistrica, pero con la conquista de Napoleón y la creación de las Provincias Ilirias a principios del siglo XIX pasó a tener la denominación actual. Este período histórico fue importantísimo para el desarrollo de la nación eslovena y hace un par de años leí mucho sobre él, con la intención de escribir un artículo, cosa que nunca llegué a hacer. Tal vez algún día me dé por hacerlo y publicarlo en el blog. El caso es que por esta razón me apetecía ver el pueblo, pero resultó muy decepcionante, ya que no hay absolutamente nada que ver.

La plaza del pueblo en Ilirska Bistrica

sábado, 13 de julio de 2013

Čefurji raus!

Me vais a disculpar la expresión tan xenófoba del título de esta entrada, pero es que así es también el título del último libro que me he leído. Curioso y paradójico que la expresión xenófoba por excelencia eslovena esté compuesta por dos palabras extranjeras, la primera de origen croata y la segunda alemán. Un čefur (léase "chefur") es un inmigrante procedente del sur, de los países de la antigua Yugoslavia (Bosnia-Herzegovina, Serbia o Macedonia preferentemente). Y esta frase dominaba las calles de Liubliana y otras ciudades del país a finales de los 90 y principios del nuevo milenio. Ahora apenas se ve, por suerte. Se estará pasando la moda. Una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a vivir aquí es la cantidad de grafitis fascistas y xenófobos que había en la capital. Últimamente me parece que hay menos, aunque tal vez simplemente haya dejado de prestar atención a estas cosas. Por motivos laborales, ya en la época yugoslava, muchos vecinos del sur se trasladaron a Eslovenia en busca de una vida mejor. Nada que a una persona de España le resulte ajeno, así que os podéis imaginar fácilmente la situación. A los čefurji les gusta escuchar música balcánica (especialmente del estilo turbofolk) a todo trapo en el coche, llevar joyería barata, vestir en chándal, el fútbol, etc. Y el libro en cuestión refleja todo ello a la perfección, con el punto exacto entre la crítica y la comedia. No en vano, el autor, Goran Vojnović, es un čefur y creció en el barrio de Fužine, donde se desarrolla la acción a través de un joven adolescente y sus vivencias. Fužine es el barrio liublianés por excelencia de estos inmigrantes y sobre él circulan diferentes mitos y leyendas. Se encuentra bastante al sur de la ciudad, por lo que yo no he puesto nunca pie en él, aunque la verdad es que me gustaría. Solo lo he visto de lejos, porque mi vida siempre se ha desarrollado más en la parte norte. Su autor es el mismo que dirigió la película de Piran Pirano, y es que Goran Vojnović es un joven polifacético. De hecho, "Čefurji raus!" surgió como un guión de cine reconvertido a novela más tarde. Se publicó en el año 2008 y se convirtió rápidamente en el mayor best seller de la Eslovenia independiente, en parte gracias a su riqueza lingüística, ya que mezcla mucho el bosnio y el esloveno. Obviamente ésto me dificultó la lectura, pero me defendí bastante bien y la pude disfrutar mucho. La verdad es que es una lectura obligada. Tanto fue su éxito que se convirtió en una obra de teatro, con ya más de 300 representaciones. Hace poco se volvió a poner en cartel en Liubliana, mientras leía el libro, y a punto estuve de ir a verla. Espero que haya otra ocasión. A lo que no faltaré será a la proyección de la película, que se estrenará en octubre, convirtiéndose por fin esta historia para lo que en realidad nació. Permaneced atentos pues, porque habrá más entradas al respecto.

La portada del libro