lunes, 26 de septiembre de 2011

Eno leto

Si las cuentas no fallan ayer se cumplía un año exacto del inicio de esta experiencia de vida en Eslovenia. Y no os preocupéis, que aunque luego nunca se sepa qué va a pasar y la vida da muchas vueltas, de momento me gustaría aún vivir en España. Un año da para mucho, por supuesto para cosas buenas y malas. Lo mejor, sin duda, el poder tener una relación "normal" con Monika, con las cosas buenas y malas de la convivencia. La de películas que habremos visto. Me he vuelto un experto cinéfilo, y además mi inglés en cuanto a comprensión de nativos ha mejorado muchísimo, ya que vemos siempre todo en versión original, sea el idioma que sea. ¡Y cómo nos lo pasamos con Kala y Frida, la gata! No puedo olvidar la bici, está claro, con la chapa que he dado por aquí. Y con el esloveno estoy más que satisfecho. Tardé en soltarme, pero después de "sólo" un año puedo decir que lo hablo. Sí, con muchos errores y con muchísimo que aprender aún. Pero creo que estoy más que en el buen camino. Más cosas positivas: el voluntariado (de lo que ya hablé hace poco, así que no me repito) y el trabajo como profesor de español. Después de la primera experiencia con ello en España aquí me terminé de asentar en la profesión, trabajando mucho mejor y sintiéndome aún más profesional. Pero en este campo también queda muchísimo que mejorar. De hecho, como ya sabréis, este año que empieza me voy a dedicar plenamente a ello, trabajando en diferentes academias e instituciones (van saliendo clases, y por el momento la cosa va bien, aunque espero que vaya a mejor).

También muchas cosas malas, que a mí siempre me gusta sacarle el lado negativo a todo. Para mí lo peor de este año ha sido el tema de la amistad. No he hecho amigos. Sí, he hecho colegas o conocidos a través del voluntariado y también tengo a los amigos de Monika, pero amigos de verdad no he hecho. Y lo echo mucho de menos. Es lo que más echo de menos de España, relacionado mucho con nuestra cultura de allí de vernos muy a menudo y estar todo el día en la calle. Hay cosas de la cultura eslovena que me repatean y otras que me gustan, como todo. Algún día debería escribir una entrada sobre esto, que vergüenza debería darme. La parte económica también tiene lo suyo, ya que nos las hemos visto mal todo el año y aún seguimos así. De hecho, no lo había dicho por aquí, pero por ahora hemos dejado Liubliana y estamos viviendo en Zasip temporalmente, a la espera de saber cuánto voy a trabajar finalmente. Pero bueno, esto también tiene sus cosas buenas y es que aprendes a valorar las cosas importantes y a administrarte mejor. Supongo que entonces el título de Dragones y Changarras deja de tener algo de sentido, pero lucharemos para volver a Liubliana cuanto antes. Además, que seguimos yendo allí a trabajar casi todos los días. 

Y esto es sólo lo que me viene ahora a la cabeza. La de cosas que se me olvidarán... y las que aún quedan por pasar. Espero seguir contándolo.



domingo, 18 de septiembre de 2011

La siempre apasionante aventura de viajar desde/a Eslovenia

Aquí estamos de vuelta otra vez desde hace ya unos días, y, claro está, los viajes han sido una odisea de horas y lugares. No hay otra forma de moverse entre Eslovenia y Madrid, a no ser que te quieras gastar el pastón increíble que cuestan los billetes de Adria, la compañía aérea nacional eslovena que ofrece vuelos directos en verano entre Liubliana y Madrid. Que por cierto, aún no he volado nunca con ellos. Manda huevos. Total, que a la ida (sí, supongo que para mí ir de Eslovenia a España, ahora, es hacer la ida) volé con el billete de vuelta, valga la redundancia, del voluntariado. Lo que quiere decir: con Czech Airlines haciendo escala en Praga. En un principio la escala iba a ser de un par de horas, pero hubo un cambio en el vuelo a Praga. Al final tenía el vuelo en Liubliana a las seis de la mañana y después en Praga a las ocho de la tarde. El resultado de ello fueron doce horas entre un avión y otro en el que evidentemente me marché a la ciudad. Ya había estado antes, pero aún así estuve paseando por los lugares turísticos con tranquilidad y haciendo alguna cosa un poco más diferente. La gente se vuelve loca con Praga, pero a mí tampoco es que me pirre. Reconozco que es especial, pero me pasa lo que con Venecia. Hay tantos turistas que es un poco asqueroso. Eso sí, esta vez no había ni la mitad de los que vi en mi primera visita.

Un dragón en Praga

Y al volver aquí innové e improvisé un poco. La última vez que hice la ruta de Venecia acabé un poco harto y además los de Vueling han cancelado la conexión con Madrid, así que me dediqué a buscar otra alternativa. Y creo que ha resultado ser la mejor por ahora. Me siento un poco idiota por no haberla encontrado antes. Volé desde Madrid a Verona con Ryanair (muy barato). Allí me di unas horas para visitar la ciudad, ya que nunca había estado por allí. Como todas las ciudades italianas está genial, y ésta también estaba petada de turistas, ya que para los que no lo sepáis (yo tampoco lo sabía, o al menos no lo recordaba, hasta unos días antes) es la ciudad de Romeo y Julieta. Además hay un imponente anfiteatro romano, que es el primero que veo en mi vida. Una vez hecha la visita de rigor cogí un tren con destino a Gorizia, la parte italiana correspondiente a la ciudad eslovena de Nova Gorica. Tuve que cambiar de tren en Mestre (la parte de Venecia en tierra firme) y en este otro conocí a un personaje iraní que iba a hacer negocios a la Koper eslovena. Me encanta charlar con gente en estos viajes, siempre me fascinan las historias que cada uno esconde. Llegué al destino e iluso de mí, creía que Gorizia y Nova Gorica compartían la estación de tren, pero no es así. Con lo cual, con la mochila a cuestas tuve que cruzarme a pie toda la ciudad italiana, a la que ya le eché un ojo de paso y me sorprendió muy gratamente. Si es que cualquier ciudad italiana es bonita. Habrá que volver por allí con más calma, ya que en Nova Gorica volví a no ver nada más allá de la estación de tren, junto a esa plaza de la que ya hablé hace tiempo. Esta vez llegué a la plaza desde el lado italiano (que por cierto, se llama Plaza Transalpina y no Plaza de Europa como la parte eslovena) y cuando la crucé por fin pude descansar. Desde allí simplemente ya un tren a Podhom, el pueblo de al lado de Zasip que simplemente está separado por la propia vía del tren. Vamos, que como podéis ver cualquier viaje a este país es hacer un mini interrail.

Miles de enamorados mancillando la casa de Julieta en Verona

Entre Italia y Eslovenia