Respecto al sábado pasado creo que puedo usar esa pomposa frase de que cumplí un sueño. Los que me conocéis bien sabéis, que a parte de que me guste salir a montar en bici (que llevo ahora sin hacerlo ya unas cuantas semanas...), me encanta el ciclismo. Es mi deporte favorito. Y ahora en mayo, como siempre, se celebra el Giro de Italia. Y hay etapas que caen muy cerca de Eslovenia. No había otra que irse hasta allí. Y ni más ni menos que Monika y yo nos fuimos a la etapa con final en el Monte Zoncolan, considerado por los ciclistas como el puerto más duro de subir. ¡Quién me lo iba a decir a mí! No me podía creer el estar allí. El viaje no fue muy largo, y es que la zona sólo está a 140 kilómetros de Zasip. Un par de horas de viaje a través de los Alpes y una frontera eslovena más cruzada con el coche, y ya van unas cuantas. Según nos acercábamos se empezaba a respirar ambiente ciclista: decoraciones, muchísimos ciclistas aficionados en las carreteras, etc. Salimos bastante pronto de casa porque esperábamos que hubiese mucha gente, pero luego vimos que no tuvimos muchos problemas para aparcar en Ovaro, el pueblo a los pies del Zoncolan (a 10 kilómetros de la meta). Allí ya empezamos a ascender y vimos cómo habían engalanado el pueblo. Y ahí me di cuenta porque la Vuelta a España es, con mucho, la peor de las tres grandes. No hay color en cuanto a ambiente. Nos hicimos con un pack del Giro para meternos en situación y empezamos a subir. Desde Ovaro ya empieza a ser dura la subida, pero es a partir de Liariis, un pueblo a ocho kilómetros de la cima, cuando empieza el infierno. Sólo subimos hasta a 6 kilómetros de meta, y nos quedamos para ver pasar a los ciclistas un poco antes. Hicimos esos cuatro kilómetros andando a un buen ritmo en una hora y media más o menos. Las pendientes son terribles y era bastante duro para nosotros andando, así que podéis imaginar cómo es para los ciclistas. Nos acomodamos para las cuatro horas que nos tocó pasar sentados en la pendiente pugnando por sombra. Y es que fuimos demasiado pronto, no había tantísima gente. Más arriba, más cerca de la meta, sí. Pero donde nosotros nos quedamos no, y vimos pasar a los ciclistas de puta madre. En cuanto al público me sorprendió que no había prácticamente españoles (o más bien, vascos) y había muchísimos checos. Quien ha ido a ver ciclismo sabe que es un deporte que se ve mejor por televisión, porque en directo no te enteras de mucho. Cuando pasaron por nuestro punto fue cuando Purito Rodríguez aún tenía unos metros de ventaja sobre Antón y Contador, y estos a su vez sobre el resto de favoritos. De lo que ví me quedo con el rostro fundido de Purito y el agradecimiento de Pablo Lastras por el apoyo. Una vez habían pasado todos empezamos el descenso, y al poco empezó una tormenta de época que no paró hasta mucho tiempo después. Cuatro kilómetros de bajada con un aguacero terrible. Resultado: empapadísimos y conducción de los 140 kilómetros de vuelta en calzoncillos, pago de peaje incluído.
La puerta del infierno está a la salida de Liariis |
Animando al ganador de la etapa y a la "maglia rossa" (¡vaya fotaza, Monika!) |
En la Vuelta en el norte hay bastante más ambiente que en Madrid para ver las etapas. Bueno, al menos así lo viví yo cuando subí al Angliru y me quedé allí a domir, estaba todo de gente y los pueblos también se vuelcan con la etapa. No en vano es lo que les ha hecho "famosos".
ResponderEliminarEso no lo sé, pero lo que he visto... Sí, la gente va a ver el ciclismo, pero ya está. Por cierto, ¿este año vamos al Angliru o qué? Así hago el dueto de los dos grandes puertos :D
ResponderEliminarYo si puedo voy, pero no se como andará mi mes de Septiembre.
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