martes, 7 de junio de 2011

Sin parar por la Mitteleuropa

Pues sigo con la tónica de aprovechar los findes a tope, ¡y que dure! Este fin de semana más ración de bici y también de "hiking". Sé que a muchos (bueno, a algunos, que este blog no lo lee ni dios) os aburren estas entradas, pero así es la vida. ¡A mí me encantan! Me lo paso genial descubriendo Gorenjska y la verdad es que, gracias a la bici, me conozco bastante bien la comarca de los alrededores. El viernes, nada más terminar mi jornada en Kresnička, me fui corriendo a Zasip a coger la bici para aprovechar el poco tiempo de luz que quedaba. Sólo algo para desentumecer las piernas. Decidí variar un poco el recorrido, que últimamente me estaba encasillando. Aunque no dejé de repetir, porque ya poco puedo hacer para no repetirme si no quiero irme muy lejos. Esta vez tome el camino de Breg y Žirovnica hacia Begunje, pero giré hacia la derecha a la altura de Breznica en dirección a Vrba, pueblo por el que no había pasado. Si Vrba es conocido es por ser el pueblo donde nació Prešeren (la entrada en la que hable de él se acerca irremisiblemente), al lado de cuya casa natal pasé. Y después de Vrba hubo bastante improvisación, ya que empecé a meterme por caminos y bosques sin saber muy bien dónde iba. Un gustazo. Disfruté de un buen rato de "off-road" y al final me di cuenta de que acabé en el campo de golf del Bled, por el que nunca había pasado. No está mal pedalear entre los "greens". De ahí se sale (por una bajada vertiginosa que me sorprendió mucho encontrar) a la carretera principal que une Lesce y Bled, así que encaré la subida a Bled y de ahí vuelta a "casa". La verdad es que noté que las piernas me iban mucho más sueltas que de costumbre (no en vano se tenían que notar los días que habíamos salido Monika y yo a correr durante la semana por Tivoli, el parque de Liubliana). Y esto se confirmaría los días siguientes. El sábado volví a salir y se convirtió en un día grande de ciclismo. Empecé por el mismo recorrido pero llegué hasta Begunje, y a partir de ahí empezó la innovación. Desde allí continué cruzando Zgoša, Zapuže y Zgornji y Spodnji Otok hasta llegar a Mošnje, que es el pueblo del padre de Monika y donde viven sus abuelos (a los que conocí el domingo; bueno, a la abuela ya la conocía de antes). Por cierto, "mošnje" significa cojones, que manda huevos. De ahí bajé a Globoko, parada del tren que me lleva cada día a Lesce y que como su propio nombre indica (significa profundo) está en las profundidades del curso del Sava. Así que salir de ahí solo se podía hacer de una manera: con dolor. Cuestón hasta Mišače, y desde ahí, con titubeos incluídos sobre qué dirección seguir (estaba un poco perdido), otro cuestón más hasta Lipnica. De ahí, con equivocación de dirección, decidí seguir hasta Kropa y visitar a mi compañera en Kresnička Edina. Me recibió muy amablemente, me dio de beber y me presentó a su nieto. Pude descansar después de 30 kilómetros y ver el tormentón que empezó a caer. Con esas, esperé a ver si escampaba, y cuando ya sólo chispeaba emprendí el camino de vuelta. La llovizna me acompañó todo el rato, y esto unido a lo empapada que estaba la carretera, convirtió los veinte kilómetros de vuelta (a través de Kamna Gorica y Lesce) en una aventura que me dejó bastante calado. Pero me encanta montar de vez en cuando con lluvia. Igual que en las etapas de ciclismo por la tele, lo convierte en más mítico. Total, fueron 51 kilómetros en dos horas y veinte minutos. Aún me quedaron fuerzas el sábado por la noche para salir al Grajski pub de Radovljica, donde estuve con unos españoles que había conocido hace unos días (y es que hay, al menos, un par de chicas españolas que viven en la zona de Bled). Allí, pinchaba reggae DJ Sanka, que es un jamaicano que vive en Zasip desde hace tiempo. Además, mientras les esperaba, me encontré a una compañera del centro social de Radovljica y estuvimos conversando un buen rato, con lo que confirmé que realmente ya puedo hablar esloveno (evidentemente, queda muchísimo por mejorar). Y para terminar, el domingo nueva subida con Monika y Kala hasta la cima de Hom, improvisando un poco a la bajada, que hicimos en parte por la otra vertiente, la que da a Jesenice. Y tenía que concluir la conquista de Hom, así que por la tarde volví a salir con la bici y me hice 25 kilómetros. Cambié de inicio, y esta vez fui hasta Krnica y me asomé al inicio del puerto de Pokljuka, que me gustaría intentarlo como gran reto en verano. Lo que vi no fue muy alentador: un cartel de curvas peligrosas durante los 15 kilómetros siguientes y una señal del 12 % de desnivel. Pero no me voy a dejar amilanar. Volví hacia Bled, pasé una vez más por Bodesče y demás pueblos y al volver a Zasip volví a intentarlo con su muro. No iba con muchas esperanzas, pero lo logré. No os podéis imaginar como respiraba al llegar a arriba, parecía un búfalo. Sólo es un kilómetro de ascensión desde la entrada al pueblo, pero las revueltas dentro de Zasip son horrorosas y una vez ya saliendo del pueblo empiezan 400 metros (que se dice pronto) que deben estar en algún lugar entre el 15 y el 20 %. Pero lo logré. Mi autoestima bicicletística después de este finde está por las nubes. Y sí, ha sido un tostón de los que hacen época, pero haberlo pensado antes de empezar a leer.

Vistas desde la otra ladera de Hom

Por cierto, lo de la Mitteleuropa se debe a que esta semana me terminé un libro del creador de este concepto, el triestino Claudio Magris. El libro no tiene mucho que ver, en teoría, con Eslovenia, sino con "El Danubio" (así se títula la obra), pero no deja de haber menciones a este país. Sin ir más lejos, la cita de inicio (algo muy significativo) es un canto popular esloveno que dice así: "cabalgan lejos hasta el Danubio...". Y es que el Sava, mencionado aquí ya muchas veces y principal río esloveno, es el mayor afluente de ese Danubio (Donava en esloveno) que enamora y que visité en numerosas partes durante mis correrías erasmus en Viena. La Mitteleuropa es la civilización centroeuropea de preponderancia germánica que se tendió a expander hacia los Balcanes. Eslovenia, que no cuenta en sus tierras con el Danubio y que no es parte de los Balcanes (por mucho que muchísima gente se empeñe en así decirlo, Eslovenia es Centroeuropa), está absolutamente impregnada de esa cultura mitteleuropea. El libro, que lo cogí del Instituto Cervantes de Liubliana, es buenísimo, pero esa es otra historia que debe ser contada en otro momento.

3 comentarios:

  1. Yo sólo te pediré una cosa: puntos y aparte cuando escribas estos tochos. Gracias.

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  2. Nada que decir. Tienes toda la razón.

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  3. Secundo lo de los puntos y aparte, jejejeje. Estás hecho un Perico Delgado!!

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