jueves, 3 de julio de 2014

Menuet za kitaro

Hacía mucho que no me leía un libro en esloveno. Y como siempre que me he planteado leerme uno en esta ocasión también ha supuesto un reto importante. He vuelto a leer una obra clásica de la literatura eslovena, en este caso del siglo XX, de título "Menuet za kitaro", publicada en 1975 por el autor Vitomil Zupan. El libro, cuya traducción a mi idioma sería "Minueto para guitarra", es la obra cumbre de este escritor y trata sobre las reflexiones de un partisano esloveno durante la Segunda Guerra Mundial y su lucha en las colinas contra los invasores nazis y los colaboracionistas locales. Precisamente por este tema me resultaba interesante, a lo que hay que sumar que Monika me hablaba maravillas de esta obra, que fue la que ella tuvo que leer para la selectividad. Pero el libro, de más de cuatrocientas páginas, me ha resultado, literalmente, soporífero. Es demasiado filosófico, lo cual en un idioma que no se domina al cien por cien es un impedimento. Si bien he disfrutado algunas partes con algo más de acción y no tanta reflexión, era coger el libro, leer un par de páginas y caer en un sopor como producido por un narcótico. Así me ha llevado el tiempo que me ha llevado terminarlo. Como detalle curioso decir que incluía algunas frases cortas en otros idiomas como el francés, el italiano, el alemán o la propia lengua de Cervantes.

domingo, 29 de junio de 2014

Aún quedan rincones por descubrir

Con frecuencia digo que ya conozco muy bien Eslovenia, y especialmente la región de Gorenjska. No me falta parte de razón, pero también se me llena la boca muy rápido. Y claro me quedó hace pocos días durante un domingo espléndido en el que pude descubrir un par de pequeños rincones en los que intentamos evadirnos del calor sofocante, ambos no muy lejos de casa. Empezamos el día paseando por un pequeño estanque junto a un palacio en el municipio de Preddvor. Un gran lugar para realizar un picnic o pasar el día junto al agua. Hay un hotel espectacular en la misma orilla y junto al palacio, que no es gran cosa, una bonita alameda que es típica para los recién casados para realizarse fotos de boda o para recorrerla con la novia en brazos del novio. 

El estanque, el hotel y el palacio en Preddvor
La alameda de los recién casados

Ya por la tarde nos dirigimos a Tržič, en cuya biblioteca ha estado Monika trabajando los últimos tres meses, así que yo también me he pasado largos ratos allí. De hecho, un día preparamos una "noche española" que fue todo un éxito, con comida típica cocinada por Monika y una presentación sobre diferentes aspectos del país de más de una hora realizada por mí en esloveno, lo cual fue un reto y una experiencia gratificante. La biblioteca lleva el nombre del poeta y traductor local Tone Pretnar y me obsequiaron con el libro de memorias sobre él publicado por la propia biblioteca, que me lo leí unos días después. Pero este día no nos acercamos a Tržič por la biblioteca, sino que queríamos visitar por primera vez el cañón que se encuentra a las afueras del pueblo, adentrándose en las montañas. Tiene el nombre en esloveno de Dovžanova soteska y goza del estatus de monumento natural. Su importancia es especial en el ámbito geológico, pues la violencia del arroyo ha creado varios estratos con diferentes tipos de rocas. Ver las enormes rocas en las fuertes pendientes del cauce tal vez sea lo más impactante, pues el cañón en si mismo es muy pequeño. En cualquier caso, es un gran destino para realizar una pequeña escapada a la naturaleza.

El pueblo tiene un interesante casco
histórico,pero muy mal conservado. Podría
estar mucho mejor si se conservase el
palacio del granmariscal Radetzky,
que se casó con una noble de Tržič
Poderosa imagen de Dovžanova soteska
Refrescante

miércoles, 25 de junio de 2014

Giro de la Slovenia

Este año el Giro volvía al Zoncolan y tenía la intención de regresar. Pero el miedo a que no fuera tan especial como la primera vez y, sobre todo, el hecho de que esta edición terminara al día siguiente a menos de diez kilómetros de Eslovenia, en la ciudad de Trieste, hicieron que me decantara por solo pasarme un día y ver la fiesta final de la ronda, algo que no había visto nunca. Además, este segundo plan contaba con el extra de poder ver con más calma esta preciosa y única ciudad a la que le dediqué solo un par de horas hace ya más de tres años que supieron a poco. Fuimos con más tiempo y pudimos disfrutar del arrobador palacio de Miramare a las afueras de esta ciudad que mezcla como ningún otro el estilo italiano y el austrohúngaro. También le dedicamos tiempo a caminar por el centro, enclavado entre el principal puerto del golfo de Trieste y las imponentes colinas colindantes. Apreciamos escasos ejemplos del supuesto bilingüismo de la zona (recuerdo una vez más que en Trieste hay una importante minoría eslovena y como tal su idioma tiene carácter oficial), además de recorrer sus bonitas calles del casco antiguo y su teatro romano, algo que ya vimos en aquella primera visita. Lo que no habíamos visto entonces fue el castillo, en lo alto de una colina y que domina el territorio, ofreciendo grandes vistas por un módico precio. 

Algo así junto al mar te quita el sentido
El centro de Trieste desde el castillo
La catedral de Trieste y un antiguo templo romano junto al castillo

Una vez realizado el turismo pertinente y según se acercaba la hora de los ciclistas nos acercamos al lugar elegido del circuito final por el que los ciclistas pasarían unas cuantas veces, un pequeño repecho. No había una enorme cantidad de gente en esta parte y pudimos encontrar un buen sitio en el que verlos de cerca. El ciclismo es uno de los deportes más desagradecidos para ver en directo. Son horas de tediosa espera junto a la carretera para verles pasar a toda pastilla durante escasos segundos o minutos. Esta vez al menos tenía la recompensa de verles pasar unas cuantas veces. Después de algunas vueltas nos pusimos rumbo a la plaza principal para ver el sprint final en las pantallas gigantes colocadas, pues la línea de meta estaba abarrotada. Espectacular fue el berrido que pegue para celebrar la victoria del esloveno Luka Mezgec, la primera para su país en el Giro. Y todo ello en un lugar con tanto simbolismo para la historia eslovena como es Trieste, donde de vez en cuando se dan episodios racistas contra los eslovenos. Curioso me resultó que los muchos eslovenos presentes allí no parecían tan exaltados y luego a nivel mediático no se le dio la repercusión merecida a tal éxito. Al final de etapa siguió una ceremonia final bastante descafeinada, en parte por el chaparrón que nos cayó encima (segundo de las mismas características para mí en sendas visitas al Giro) y en parte por una pésima ubicación del podio. ¡Con lo bonita que es la Piazza dell'Unità d'Italia! Los principales éxitos fueron para los colombianos, con Nairo Quintana del Movistar (si me decantara por un equipo ciclista, éste sería el mío) a la cabeza, enloqueciendo a la ingente cantidad de aficionados de este país entre el público. Casi había más que italianos. Fue todo un honor y una experiencia ver recibir a Quintana el trofeo de su primera grande de muchas que están por venir.

Así estaba ya la meta cinco horas antes de la llegada
Movistar guiando el pelotón
Gloria rosa para Nairo Quintana

domingo, 15 de junio de 2014

Celeia

Una semana después de pasar por Maribor volvimos a coger el coche en dirección a Estiria para pasar una nublada mañana de mayo en plan friki, jugando a un torneo de Los Colonos de Catán, el juego de mesa que ha ocupado muchas horas de mi tiempo libre en los últimos años. Fue en Velenje, esa ciudad que para nada se merece su fama de poco agraciada. Y lo pude comprobar de nuevo. Si la otra vez no pasé de las afueras, en esta ocasión pude pasear un poco por su núcleo urbano, con su castillo en lo alto de la colina y su centro histórico de fuerte carácter comunista, también arquitectónicamente hablando. Recordad que su nombre oficial antes era Titovo Velenje, así que no extraña la imponente estatua dedicada al líder yugoslavo en la plaza principal.

Con ustedes, el gran Josip Broz "Tito"

Después, aún con tiempo, decidimos aprovechar el viaje y visitar la última "gran" ciudad de Eslovenia que nos faltaba por descubrir y nos quedaba muy cerca. Se trata de Celje, la tercera urbe del estado en cuanto a habitantes se refiere, rivalizando con Kranj con en torno a las cincuenta mil personas. Celje es una ciudad de gran tradición histórica, pues el lugar ya fue habitado por los celtas con el nombre de Keleia en tiempos antes de nuestra era. Después siguió un rico desarrollo que hace contar a la ciudad actual con interesantes restos arquitectónicos. En la ciudad puedes ver desde restos romanos de la Celeia de entonces hasta medievales y de épocas más recientes. Especialmente importante fue el auge de la ciudad en la época bajomedieval, cuando se convirtió en un poderoso condado en el que los condes de Celje llegaron incluso a rivalizar con el emperador Habsburgo de Viena, de quien eran vasallos. Así, Ulrico II de Celje intentó hacerse con el trono imperial a mediados del siglo XV, muriendo en dichas intrigas y poniendo fin a la dinastía. Fue el mayor poder político internacional en la historia de Eslovenia y aún hoy lo recuerdan en su escudo con las tres estrellas, símbolo de los condes. Obviamente también se conservan en la ciudad muchos restos de aquel poderío. Destacan los restos del inmenso castillo (el más grande de Eslovenia) que domina el asentamiento. Se trata de un castillo semidestruido, pero el espacio realmente es grande y está conservado con bastante acierto. Además, la entrada es muy barata y las vistas son espectaculares. En cambio, no puedo decir lo mismo de los palacios pertenecientes a los condes situados al pie de la colina, que si bien no se encuentran en un estado lamentable, si podrían estar mucho mejor acondicionados y preservados. Todo ello formaría un precioso centro histórico. Me parece que en Celje no le sacan tanto partido a su patrimonio a nivel turístico como podrían hacer. Su historia se merece otra cosa.

Precioso paseo a la orilla del Savinja
Celjski dom, bonito edificio neogótico en dudoso
estado de conservación
Palacio antiguo de los condes. Veis a lo que me refiero, ¿no?
Vistas desde el castillo hacia el casco antiguo
Preciosas colinas en los alrededores. Escondida entre ellas
está Laško, muy similar a Celje

miércoles, 11 de junio de 2014

La trojka

El evento que recuerda el estado de Liubliana durante la Segunda Guerra Mundial no vive solo de caminar. También hay una carrera popular en tríos que pueden recorrer una distancia de 12,5 o 29 kilómetros. Monika y yo, junto a otra amiga, decidimos probar el camino de otra forma (si bien los trazados apenas coinciden), por supuesto en la distancia corta. A la carrera se apunta muchísima gente, pues es una de las pocas de inscripción gratuita, y el ambiente es magnífico. Por esto mismo no es el mejor lugar para correr, pues hay demasiadas piernas que esquivar. El trazado da una pequeña vuelta por Liubliana y tiene su punto álgido en la ascensión y el descenso a la colina de Golovec. No pudimos correr toda la cuesta y tuvimos que andar algo, lo cual repercutió en nuestro tiempo. Al final 1:29:17, tirando hacia el final de la clasificación. Pero no era el tiempo el objetivo, sino completar el recorrido y disfrutar. Y eso se cumplió con creces. Hablando de carreras, tengo que mencionar que por segundo año consecutivo me apunté a la carrera al castillo. Esta vez lo hice con un compañero de trabajo y el tiempo fue similar al del año pasado, 12:20.6. Mi objetivo era mejorar el tiempo y las sensaciones, así que me salió como quería.

Dorsales, dorsales...

El día del trío no acabó con la carrera, sino que después nos marchamos en coche a Maribor, a visitar a unos amigos que viven allí y a ver el concierto de Rutinmütét, la banda de mi amigo húngaro al que visité hace no mucho. El concierto era por supuesto en la sala Gustaff de Pekarna, la Metelkova de Maribor. Lo disfrutamos, y es que hacen un funk-rock muy bueno, pero estábamos bastante cansados. El finde allí también lo aprovechamos para pasear por una cada vez más decadente Maribor, visitando una vez más su bonito y vacío centro, pero también viendo por primera vez lugares interesantes de la ciudad y algo más apartados, como el Ljudski vrt, el estadio del NK Maribor y templo del modesto fútbol esloveno, o la colina Piramida, con unas bonitas vistas sobre la ciudad.

El ayuntamiento de Maribor, desde donde supuestamente
Hitler dio un discurso en la Segunda Guerra Mundial
Bonita Piramida con sus viñedos
Vistas desde Piramida sobre el centro de Maribor.
Al otro lado Pohorje y la pista de Zlata Lisica
En "el jardín del pueblo" también juega la mayoría
de sus partidos la selección eslovena
Aquí Rutinmütét en acción, quienes tuvieron como teloneros a
unos locales de nombre V okovih y que me dejaron indiferente

domingo, 18 de mayo de 2014

Entre la Gran Guerra y Narnia

Aquí las fiestas de Semana Santa son bastante diferentes, tanto respecto a las costumbres como a los propios días festivos. Esta celebración cristiana aquí tiene un aire mucho más familiar que en España, recordándome en algunos momentos incluso a la navidad, salvando las distancias. Por lo que respecta a las tradiciones, además de las obvias, todo se reduce al desayuno del Domingo de Resurrección, con sus huevos cocidos previamente decorados, su jamón y su desagradable rábano picante. Pero para los eslovenos tiene mucha importancia, así que después de este desayuno fue cuando nos montamos en el coche para hacer una pequeña escapada (aprovechando que el lunes posterior es el único día festivo en el calendario esloveno en estas fechas) a un valle marcado por cosas tan dispares como la Primera Guerra Mundial y el mundo fantástico de Narnia.

El valle del Soča tiene dos caras muy distintas

El valle del Soča (Isonzo en italiano) es una de las pocas partes de Eslovenia que aún me quedaban por visitar. Es uno de los principales ríos eslovenos, naciendo en los Alpes julianos y recorriendo todo el oeste del país hasta cruzar a Italia y desembocar en el mar Adriático. Es muy famoso para la práctica del rafting y por sus aguas de color esmeralda. A pesar de que la distancia en línea recta no es mucha desde Bled, se encuentra al otro lado de los Alpes, por lo que en carretera hay que realizar casi cien kilómetros. La ruta habitual sería sin salir del país, pero a estas alturas del año el puerto de Vršič aún estaba cerrado por la nieve. Así que tuvimos que tomar un pequeño desvío hasta Tarvisio para desde ahí ascender el puerto de Cave del Predil (Predel para los eslovenos). Se trata de un puerto pequeñito en el que se encuentra un lago precioso del mismo nombre, el cual me quedé con muchas ganas de ver el año pasado cuando visitamos esos lagos cercanos a Tarvisio. En los 1.156 metros de su punto más alto se encuentra una frontera más entre Eslovenia e Italia. De vuelta  en territorio esloveno hicimos un par más de paradas para admirar y fotografiar un par de bonitas fortalezas de montaña. La primera de ellas tiene el nombre de Predel. Data de tiempos napoleónicos y actualmente se encuentra en ruinas. Un poco más adelante está la de Kluže, construida en los mismos tiempos pero en buen estado de conservación y actualmente un museo, después de ser importante durante las dos guerras mundiales. Bajando hacia el valle del Soča también pudimos dejar a un lado la subida a Mangart, la carretera a más altitud de Eslovenia y que no estaría nada mal probar alguna vez sobre la bicicleta.

Lago del Predil, en Italia
Fortaleza de Predel entre las montañas, en Eslovenia

Ya abajo se encuentran dispuestas a lo largo de la carretera principal, rodeadas de montañas, las tres grandes localidades de la zona: Bovec, Kobarid y Tolmin. La naturaleza en todo el valle es espectacular, aunque nosotros tuvimos dos días totalmente nublados y algo pasados por agua. No pudimos disfrutarlo en todo su esplendor, pero en estas condiciones también tenía otro tipo de encanto. En las localidades en si mismas hay poco que ver, muy afectadas por diversos terremotos más o menos recientes. El gran reclamo de la zona es la naturaleza y las actividades al aire libre. Para que os hagáis una idea de su belleza pensad que buena parte de la segunda entrega de Las crónicas de Narnia se rodó en las orillas del río junto a Bovec (localidad en la que nos hospedamos en uno de los numerosos apartamentos turísticos que hay). Quien me iba a decir a mi que visitaría este lugar cuando muchos años atrás vi la película en el cine. Otro factor que marcó para siempre la historia de este valle fue su importancia durante la Primera Guerra Mundial. El frente del Isonzo fue uno de los más duros de la Gran Guerra, en el que las fuerzas italianas y austrohúngaras combatieron hasta doce batallas sangrientas en las montañas colindantes a lo largo de dos años. La última, la batalla de Caporetto (así es como llaman los italianos a Kobarid), fue la única que ganó el Imperio Austrohúngaro, pero eso bastó para que fuera la decisiva y trasladar el frente a territorios hoy italianos. Así pues, resulta obvio pensar que el valle está marcado por diferentes restos de la época, ya sean trincheras, cementerios o iglesias conmemorativas. Muchos de ellos se encuentran agrupados en un recorrido turístico que se llama "Pot miru" ("camino de la paz").

Las aguas esmeralda del Soča bajo el
puente de Napoleón en Kobarid

A ver muchas de estas cosas dedicamos nuestro tiempo, empezando por el museo de Kobarid, probablemente el museo más famoso de Eslovenia y que contiene numerosos restos de aquel horror de comienzos del siglo XX. El museo no es muy caro y está bastante bien, pero teníamos expectativas tan altas que acabó siendo un poco decepcionante. No en vano recibió varios premios de la Unión Europea en el año 1993. Otro de los puntos calientes de Kobarid es el osario en torno a la iglesia de San Antonio, elevado sobre la localidad y que guarda los restos de muchos de los soldados italianos caídos durante las batallas. Para finalizar, mencionar que Kobarid es el lugar natal del famoso poeta esloveno Simon Gregorčič y que Ernest Hemingway escribió su "Adiós a las armas" basándose en sus vivencias en el frente. Dejamos Kobarid, la cual por cierto tiene un aire mucho más italiano que Bovec, que aún es totalmente alpina, y paramos en la carretera que las une, para ver la cascada Boka, la más caudalosa de Eslovenia. Este caudal depende del momento y aunque la visitamos en una buena época no tuvimos suerte. 

Museo de Kobarid
Osario italiano en la iglesia de San Antonio

Cascada Boka, con poca agua

Al día siguiente continuamos con la tercera de estas tres localidades, todas ellas situadas en el límite del Parque Nacional del Triglav, Tolmin. Como en el núcleo urbano tiene poco que ofrecer nos dirigimos a un horrible camino de montaña que se adentra en el Parque Nacional y por el que lo pasé bastante mal al volante a lo largo de varios kilómetros. El suplicio mereció la pena porque, además de varios búnkeres de la Segunda Guerra Mundial, pudimos apreciar que en acontecimientos tan horrorosos también hay espacio para la belleza. En el corazón de las montañas de esta zona se encuentra la iglesia conmemorativa de Javorca, construida por los soldados austrohúngaros en 1916 en un marco espectacular y que contiene los nombres de los soldados caídos en las zonas cercanas. Se trata de un monumento único en Eslovenia, al presentar el estilo de la Secesión vienesa. Precioso. Cerramos el viaje de la mejor manera posible.

La iglesia conmemorativa de Javorca, espectacular
Su interior, más de lo mismo

sábado, 3 de mayo de 2014

Cobbles & Hills

Obvio que me encanta escribir. Y más que obvio que me encanta el ciclismo. Es algo que se ha consolidado desde que vivo aquí. Tengo más acceso a ello, tanto por televisión como desde la cuneta. Con especial interés sigo el auge del ciclismo esloveno, con cada vez más representantes en la élite. Cobbles & Hills es una página web amateur sobre ciclismo, que sigo regularmente desde hace tiempo y se podría decir que ha crecido paralelamente a mi vida en Eslovenia. Así que me puse en contacto con ellos para poner en práctica mi primer intento de unión de estas dos pasiones: la escritura y el ciclismo. El resultado es un artículo que me intenté preparar a conciencia y que disfruté mucho escribiendo. El contenido no podía ser otro que mi "obsesión" con el ciclista esloveno Grega Bole, que para más inri desde hace un tiempo vive en Eslovenia. El resultado lo podéis comprobar en este enlace. Comentarios bienvenidos.



martes, 29 de abril de 2014

Šentrupert

De la Hungría profunda a los abismos rurales de Eslovenia. Tan solo un fin de semana después de conocer algo más el país magiar volví a conducir hacia el este, aunque un poquito más cerca. El objetivo era pasar el día en Šentrupert en casa de una amiga para celebrar un cumpleaños. Šentrupert es un pequeño pueblo de la región de Dolenjska que forma su propio municipio junto a las aldeas colindantes solamente desde el año 2006. Está en una comarca con suaves colinas y un tanto apartada de las grandes vías de comunicación, lo que hace que mantenga un agradable ambiente rural. Tanto es así que tuve la sensación de estar en un pueblo en Eslovenia después de mucho tiempo, sensación curiosa cuando precisamente vivo en uno. Supongo que lo tengo ya tan interiorizado y visto que ni me doy cuenta de ello. Fue un placer dar un paseo por el campo y disfrutar de la naturaleza en una tarde muy agradable. Aparte de por una interesante iglesia gótica y de la tumba del mayor asesino en serie de la historia eslovena (la cual no nos dio por visitar y que se encuentra aquí al ser el cementerio más cercano a la prisión de Dob pri Mirni, la más grande y una de las pocas del país), Šentrupert se ha hecho conocido desde hace poco tiempo por dar cobijo a un museo de kozolci, justo enfrente de la casa de mi amiga. El kozolec es el máximo exponente etnográfico de la cultura eslovena. Se trata de una gran estructura de madera que sirve de pajar, en la que el heno y otras productos agrícolas se cuelgan para que se sequen. Individuales o dobles, salpican el campo esloveno, muchas veces en un estado lamentable debido al olvido al que los están desterrando las nuevas tecnologías agrícolas. Por eso decidieron abrir el verano pasado este museo, transportando gran cantidad de ellos hasta Šentrupert para crear un museo al aire libre donde se pudieran conservar y la gente tuviera opción a visitarlos. A pesar de contar con fondos europeos la entrada sube hasta la astronómica cifra de cuatro euros, así que nosotros, siendo casi locales, decidimos colarnos. Pasamos un buen rato subiéndonos a ellos y observándolos, hasta que la directora del museo tuvo a bien venir a echarnos. Fue un viaje directo a la adolescencia. Probablemente este altercado también despertó en mí esa sensación de estar en el pueblo.

Dežela kozolcev, es decir, la tierra de los pajares
Atardecer en Šentrupert


sábado, 26 de abril de 2014

Veszprém

Ríos de tecla han corrido ya en este blog acerca de los países vecinos de Eslovenia. De todos excepto de uno, el más alejado de mi zona. Pero probablemente no sea esa la única razón, y es que Hungría tal vez sea el vecino al que los eslovenos le prestan menos atención. Es con el país que tiene menos kilómetros de frontera, y los más alejados del centro del estado. A ningún esloveno se le oye hablar de que se ha ido de compras o de vacaciones a Hungría, como sí ocurre con Austria, Italia y Croacia. De hecho, pensad que me ha llevado casi cuatro años visitarlo, más allá de aquella vez que pisamos la frontera. Martijn y yo llevábamos mucho tiempo hablando de visitar a Zoltan, otro amigo de la época del SVE. Y un fin de semana de marzo por fin lo llevamos a cabo. Casi cuatrocientos kilómetros de carretera, en los que decidimos no coger la autopista en Hungría para evitar pagar la "viñeta" del peaje. Nos llevó más tiempo, pero también convirtió la ruta en una experiencia más interesante y no exenta de sobresaltos, cruzando innumerables pueblos húngaros. Primero, junto a la frontera con el Prekmurje esloveno, de aspecto totalmente deprimente, en condiciones un tanto precarias. Después, una vez llegados a la orilla del inmenso y famoso lago Balatón, de aspecto más cuidado.

En la Hungría profunda

Muy cerca del extremo oriental del lago se encuentra una ciudad de más de sesenta mil habitantes, bastante grande para los estándares eslovenos pero que en Hungría se queda aún lejos de las ciudades más grandes. Por nombre lleva Veszprém y en ella nació y creció Zoltan. Llevábamos mucho tiempo sin vernos, pero aún así disfrutamos mucho del tiempo juntos. Nos echamos nuestras risas y también pudimos conocer a fondo la ciudad, paseando a pesar del tiempo inestable. Veszprém me sorprendió muy gratamente, pues tiene un casco antiguo de considerable tamaño y muy bonito, con una arquitectura que, como no podía ser de otra manera, cumple todos los cánones austrohúngaros. Pudimos charlar también sobre el peculiar idioma húngaro y las condiciones de vida allí, con unos salarios miserables y unos precios que para los que tengan euro en su país son bastante bajos, pero no para los locales. Siempre he pensado que los húngaros son gente un tanto rara, por las experiencias que he tenido con algunos de ellos. Esta vez era mi segunda ocasión en Hungría, tras la visita a Budapest (que por otra parte, para mí es la ciudad más bonita en la que he estado) de mi época erasmus, y ha contribuido a cambiar totalmente mi opinión. A ello también ayudó lo bien que lo pasamos por la noche con Zoltan y sus amigos, con un inglés destacable para ser húngaros y muy agradables, a pesar de que me quisieran alcoholizarme, entre otras cosas con pálinka, el licor nacional de los húngaros.

Veszprém
La plaza principal de la ciudad con la torre de los bomberos
al fondo, uno de sus símbolos
Lugar encantador junto al casco antiguo
Chupitos patrióticos. Y es que los húngaros son gente muy
patriota. Cualquier sitio es bueno para tener la bandera

La mañana del domingo decidimos hacer una visita fugaz al Balatón antes de volver a Eslovenia. Nos acercamos a una de las localidades más grandes y más turísticas de este lado del lago, Balatonfüred. Estaba prácticamente desierto, pero aún así fue interesante ver ese ambiente desangelado que tienen los resorts de veraneo en otra época del año. Contraste aún mayor si comparábamos su saludable aspecto con los deprimidos pueblos de la frontera. El lago lo había visto aquella vez en el tren de Budapest a Zagreb, pero esta vez lo vi con otros ojos totalmente distintos. Es un lago de dimensiones enormes, en el que no se ve la otra orilla en todas las direcciones y que llega a tener olas pequeñas. Quién sabe cómo será veranear allí.

Un lago enorme
En el Balatón se mueve dinero

sábado, 19 de abril de 2014

Biatlon Pokljuka

Este invierno ha sido el primero en el que he seguido más a fondo los deportes de invierno, cada vez más populares aquí en Eslovenia. Si bien este año Tina Maze en la Copa del Mundo ha hecho una temporada discreta, triunfó en los Juegos Olímpicos, donde también lo hicieron otros deportistas como el saltador Peter Prevc. He visto bastantes pruebas por televisión y he empezado a comprender bien cómo funcionan las diferentes disciplinas. Los Juegos de Sochi fueron un auténtico acontecimiento en el país, consiguiendo ocho medallas en varias disciplinas. Uno de estos deportes de nieve que he empezado a ver este año ha sido el biatlón. Se trata de un deporte que combina el esquí de fondo y el disparo. En España apenas tiene repercusión, pero en el centro, este y norte de Europa causa sensación. Y es que no es nada fácil apuntar a la diana después de meterte un sprint sobre los esquís. En esta especialidad Eslovenia no es un país puntero, pero sí tiene buenos representantes tanto en categoría masculina, con Jakov Fak (de origen croata), como femenina, con Teja Gregorin, que consiguió una sorprendente medalla de bronce en Rusia. Dentro del biatlón hay diferentes pruebas en función de la distancia a recorrer. Dan más o menos vueltas a un circuito y a cada paso por la zona de salida y meta disparan en diferentes posiciones, tumbados o de pie. Tienen cinco tiros, y si fallan alguno deben dar una vuelta de penalización a un pequeño circuito. Cada marzo Pokljuka acoge una prueba perteneciente a la Copa del Mundo de la disciplina. Este año llegaba tras la enorme resaca de Sochi y miles de aficionados, muchos de ellos extranjeros para mi sorpresa, se desplazaron a la popular meseta a animar a los deportistas locales y foráneos. Yo fui uno más de ellos en un domingo soleado y agradable. A pesar de que es un deporte en el que tampoco se puede apreciar mucho en vivo fue una experiencia interesante. Este deporte tiene algo especial, al combinar esa mezcla tan peculiar entre carrera y disparo. Probablemente no hubiera ido si no pudiera haber entrado gratis, porque la entrada era realmente cara, pero, incluso a pesar de las horas que me tiré esperando al autobús gratuito a Bled, mereció la pena. En la prueba masculina de 15 kilómetros con salida en masa la victoria fue para el sueco Bjoern Ferry por delante del "gigante" francés Fourcade, mientras que en los 12,5 kms con salida en masa femeninos el triunfo fue para la belleza bielorrusa Darya Domracheva, quien había arrasado días antes en las Juegos Olímpicos. Las actuaciones de los eslovenos fueron para olvidar en esta ocasión.

Unos cuantos metros de nieve para la ocasión
Un iglú natural como bar
Gran ambiente y preciosa estampa invernal
Jakov Fak no tuvo su día
Domracheva victoriosa

miércoles, 16 de abril de 2014

Merry London e la Toscana

No todo ha sido penar en este invierno. También ha tenido cosas muy buenas. La mejor, sin duda, que por fin me he convertido en tío, que se dice pronto teniendo ya 28 tacos y siendo el menor de cuatro hermanos. Ello ha llevado a mis primeras navidades sin pisar España y a visitar Londres, de donde es mi sobrino, en un par de ocasiones. La primera fue para una bonita semana de navidades, en la que disfrutamos la ciudad de una forma diferente, no tanto como turistas sino relajados y más a fondo. No dejamos de conocer cosas nuevas, como las preciosas afueras de Greenwich y su meridiano cero o una visita guiada gratuita por el palacio de Somerset. Pero lo mejor fue pasar el tiempo en familia y preparar una grandiosa comida inglesa de Navidad, con su pavo y demás. Y no me debo olvidar de la divertida (y gay) comedia que vimos en un teatro de barrio que llevaba por nombre "Margaret Thatcher Queen of Soho". Ahí es nada.

Comida inglesa de navidad
Somerset House
El trayecto en barco a Greenwich, aunque algo caro, merece la pena
Espectaculares vistas desde Greenwich


Para entonces mi sobrino aún no había nacido, así que a mediados de febrero volvimos unos días para conocerle, cambiarle pañales y mecerle para que dejara de llorar (todo ello mientras los eslovenos se llenaban de orgullo cosechando medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi). Yo era uno de esos que siempre decía que no le gustaban los niños, algo que empezó a cambiar cuando comencé a trabajar con ellos. Pero tener uno en tus brazos de tu propia familia es algo totalmente diferente. Espero verle pronto de nuevo. No fue a la única persona a la que visitamos. También aprovechamos una noche para salir y quedar con Gonzalo, un amigo de ambos de la época erasmus que desde hace un tiempo vive en Londres, y zamparnos una hamburguesa divina.

Ambas ocasiones el viaje fue el mismo, desde Liubliana con Easy Jet. Pero la vuelta del segundo viaje fue diferente para mí. No regresé a Eslovenia, sino que tomé un vuelo de Ryanair desde Stansted en dirección a Bolonia. Allí me iba a reunir con los grandes Antonio y Eduardo. Ellos ya estuvieron en Eslovenia, hace tanto tiempo que parece que sucedió en otra vida. Así pues, esta vez acordamos vernos a mitad de camino, y que mejor lugar que la Toscana y alrededores para ello. Después de esperarles más horas de las recomendables en el aeropuerto de Bolona (que al menos era bastante agradable) cogimos un transfer directo a la perla que es la ciudad de Florencia. Una ciudad turística donde las haya y con grandes joyas de la historia del arte, especialmente en lo que al Renacimiento se refiere. Grandes hits como la catedral y su cúpula de Brunelleschi, "El nacimiento de Venus" de Botticelli, el "David" de Miguel Ángel y un casco antiguo enorme, en el que no había más que turistas, muchos de ellos estadounidenses y japoneses. Es una ciudad muy bonita, pero ese ambiente tan turístico nunca me gusta. Todo lo contrario que en Bolonia, nuestra siguiente parada. La ciudad universitaria italiana por excelencia estaba repleta de vida, con calles a reventar de gente local. Tiene un centro histórico también coqueto, en el que destacan sobre todo esas dos altísimas torres medievales, pero es cierto que no hay cosas de gran trascendencia como en Bolonia. Aunque tiene algo que cautiva. Esas tapas que se ponen en los bares y el ambientazo nocturno. Nos pusimos finos. Y como todo lo bueno se acaba, una tarde de domingo tuve que volver a Eslovenia, con un barato y agradable transfer de GoOpti, que siguen creciendo y recientemente han ampliado y expandido sus destinos.

Preciosa Florencia
Foto ilegal de mi tocayo
Las dos torres de Bolonia, que no
de la Tierra Media
Miedito para subir hasta arriba