No todo ha sido penar en este invierno. También ha tenido cosas muy buenas. La mejor, sin duda, que por fin me he convertido en tío, que se dice pronto teniendo ya 28 tacos y siendo el menor de cuatro hermanos. Ello ha llevado a mis primeras navidades sin pisar España y a visitar
Londres, de donde es mi sobrino, en un par de ocasiones. La primera fue para una bonita semana de navidades, en la que disfrutamos la ciudad de una forma diferente, no tanto como turistas sino relajados y más a fondo. No dejamos de conocer cosas nuevas, como las preciosas afueras de Greenwich y su meridiano cero o una visita guiada gratuita por el palacio de Somerset. Pero lo mejor fue pasar el tiempo en familia y preparar una grandiosa comida inglesa de Navidad, con su pavo y demás. Y no me debo olvidar de la divertida (y gay) comedia que vimos en un teatro de barrio que llevaba por nombre "Margaret Thatcher Queen of Soho". Ahí es nada.
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Comida inglesa de navidad |
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Somerset House |
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El trayecto en barco a Greenwich, aunque algo caro, merece la pena |
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Espectaculares vistas desde Greenwich |
Para entonces mi sobrino aún no había nacido, así que a mediados de febrero volvimos unos días para conocerle, cambiarle pañales y mecerle para que dejara de llorar (todo ello mientras los eslovenos se llenaban de orgullo cosechando medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi). Yo era uno de esos que siempre decía que no le gustaban los niños, algo que empezó a cambiar cuando comencé a trabajar con ellos. Pero tener uno en tus brazos de tu propia familia es algo totalmente diferente. Espero verle pronto de nuevo. No fue a la única persona a la que visitamos. También aprovechamos una noche para salir y quedar con Gonzalo, un amigo de ambos de la época erasmus que desde hace un tiempo vive en Londres, y zamparnos una hamburguesa divina.
Ambas ocasiones el viaje fue el mismo, desde Liubliana con Easy Jet. Pero la vuelta del segundo viaje fue diferente para mí. No regresé a Eslovenia, sino que tomé un vuelo de Ryanair desde Stansted en dirección a Bolonia. Allí me iba a reunir con los grandes Antonio y Eduardo. Ellos
ya estuvieron en Eslovenia, hace tanto tiempo que parece que sucedió en otra vida. Así pues, esta vez acordamos vernos a mitad de camino, y que mejor lugar que la Toscana y alrededores para ello. Después de esperarles más horas de las recomendables en el aeropuerto de Bolona (que al menos era bastante agradable) cogimos un
transfer directo a la perla que es la ciudad de Florencia. Una ciudad turística donde las haya y con grandes joyas de la historia del arte, especialmente en lo que al Renacimiento se refiere. Grandes
hits como la catedral y su cúpula de Brunelleschi, "El nacimiento de Venus" de Botticelli, el "David" de Miguel Ángel y un casco antiguo enorme, en el que no había más que turistas, muchos de ellos estadounidenses y japoneses. Es una ciudad muy bonita, pero ese ambiente tan turístico nunca me gusta. Todo lo contrario que en Bolonia, nuestra siguiente parada. La ciudad universitaria italiana por excelencia estaba repleta de vida, con calles a reventar de gente local. Tiene un centro histórico también coqueto, en el que destacan sobre todo esas dos altísimas torres medievales, pero es cierto que no hay cosas de gran trascendencia como en Bolonia. Aunque tiene algo que cautiva. Esas tapas que se ponen en los bares y el ambientazo nocturno. Nos pusimos finos. Y como todo lo bueno se acaba, una tarde de domingo tuve que volver a Eslovenia, con un barato y agradable
transfer de GoOpti, que siguen creciendo y recientemente han ampliado y expandido sus destinos.
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Preciosa Florencia |
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Foto ilegal de mi tocayo |
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Las dos torres de Bolonia, que no
de la Tierra Media |
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Miedito para subir hasta arriba |
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