Muchas veces mencionada, pero nunca ha gozado de una entrada propia. Hablo de una ciudad que visité en mi primera mañana en el país, y a la que por esto y por otras razones guardo un cariño especial. Es Kranj, la "capital" de Gorenjska y cuarta ciudad del país con una población de en torno a los 50.000 habitantes. Son incontables desde entonces las veces que he pasado por ella, tanto por las afueras como por su precioso centro histórico. Hoy tampoco voy a dedicarle todas las palabras, sino que me limitaré a una cosa concreta de las muchas que ofrece y que tenía ya muchas ganas de visitar desde hacía demasiado tiempo.
Una mañana de julio de 2009. Mi primera |
El subsuelo de este centro está atravesado por unos túneles que diferentes compañías de la ciudad excavaron durante la Segunda Guerra Mundial como protección para unos ataques aéreos que nunca llegaron. Así pues, nunca fueron usados para lo que fueron creados. En consecuencia cayeron en el olvido, siendo refugio de la chavalada y demás personajes de la localidad (aún quedan rastros de las fogatas preparadas dentro), hasta que hace escasos años el ayuntamiento decidió acondicionarlos y convertirlos en protagonista de la oferta cultural de Kranj. Son varios y bastante largos, de forma circular y muy poco agobiantes. Se pueden visitar como un museo, de forma regular. Por tres euros puedes pasear por ellos y leer los numerosos paneles informativos de la historia de los túneles, además de disfrutar de una reproducción de un bombardeo aéreo. Pero si por algo destacan es por los eventos que se realizan en ellos en ocasiones especiales, como Halloween, navidades o el martinovanje. El día de San Martín (11 de noviembre) tiene un significado importante en la cultura eslovena, aunque no tanto por el sentido religioso como por el gastronómico. Hay un plato típico para esta fiesta que lleva por nombre mlinci (tiras de pan similares a la pasta), siempre acompañado de carne. Yo lo descubrí este año en el colegio y estaba bastante bueno. Pero si por algo destaca el martinovanje es por ser la fiesta del vino, pues San Martín es el patrón de la buena vendimia, realizada en Eslovenia en torno a estas fechas. Los eslovenos aprovechan la ocasión para pillarse una buena. Y como cada vez estoy más asimilado, yo no podía ser menos. Con la excusa de ver los túneles pagué una entrada de once euros para probar degustaciones de vinos (y también algunos otros productos gastronómicos artesanales) de todas las regiones eslovenas. A la entrada te daban una copa de vino conmemorativa de la ocasión y una bolsita para colgarse all cuello. Este tipo de eventos se realizan por todo el país, y se trata de ir de puesto en puesto hasta terminar como un eccehomo. Había hasta cuarenta puestos de diferentes productores vinícolas procedentes de todo el país. Hay numerosas regiones vinícolas que ofrecen diferentes tipos de vino. Intentaré hacer un breve esquema:
- Estiria, con viñas como las de Pohorje, Gornja Radgona, Ljutomer o Haloze. Aparte de los productos de Gornja Radgona (donde se hace también cava), esta zona ofrece los blancos más típicos (chardonnay, sauvignon, moscatel y traminer, entre otros).
- Carniola Blanca. Aquí todo gira en torno a Metlika y su metliška črnina. Curioso el contraste entre el nombre blanco de la región y el negro de su vino, que rey del alcohol durante el Schengenfest.
- La región costera, zona vinícola eslovena por excelencia y con diferentes denominaciones de origen. Destacan especialmente tanto los vinos blancos de Goriška Brda (malvasía, rebula) como los tintos de la todopoderosa empresa vinícola Vinakoper, la más grande del país. Entre sus vinos destacan el refošk, uva autóctona de esta zona y vino esloveno más famoso, y el teran, también de gran nombre y por cuya "propiedad" disputan croatas y eslovenos en los últimos tiempos.
- Baja Carniola, o sea, Dolenjska. En esta zona el rey es sin duda el cviček, ese vino tinto ácido de dudosa calidad pero motivo de orgullo para los locales.
- Prekmurje. En esta pequeña región se pueden encontrar viñedos en la zona de Lendava y sus colinas, zona de Prekmurje que solo vimos desde el tren.
No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Se trata de un trabajo arduo, pues son muchas las zonas vinícolas de Eslovenia y muchos los tipos de vinos. Y lejos de ser un enólogo experto, soy una persona a la que no le gusta el vino, a no ser que esté mezclado. En consecuencia, prácticamente nunca lo bebo y no tengo ni idea sobre el tema. Por eso me sorprendieron gratamente los primeros vinos que probé ese día, pues me gustaron. Especialmente destacaría el teranov liker, que curiosamente no es un vino propiamente dicho sino un licor muy rico preparado a partir del teran. Eso sí, a partir de los diez vinos probados dejé de apreciar diferencia alguna, y es que, obviamente, acabé fino.