Pues sí, amiguitos. Mucho me temo que, como seguramente todos hayáis entendido al leer el título de esta nueva entrada, va a caer un nuevo relato sobre ruedas. Prometo ser breve esta vez. Y si habéis entendido, lo habéis hecho bien. En esta ocasión ni más ni menos fui hasta Italia, que se dice pronto. Este finde sólo pude salir el domingo, así que decidí hacer un recorrido más largo de lo habitual (que además tenía que bajar los dos picnics del día anterior). Pero no quería hacerlo tan largo como fue al final, y es que soy tan listo que no sé cómo vi 32 kilómetros de Zasip a Rateče en Internet en lugar de los cuarenta y pico que son. Así me pasaría luego. Rateče (léase "Ráteche") es el pueblo fronterizo con Italia en la esquina noroeste del país por el que ya había pasado en un par de ocasiones con el coche. En esas ocasiones, me llamó mucho la atención el magnífico carril bici que discurre más o menos paralelo a la carretera principal. Así que tenía que probarlo. Además, que me llamaba mucho la atención eso de irme en bici a otro país. Total, que salí de Zasip en dirección a Jesenice (cruzando Podhom y demás, que fue lo único duro del camino), y una vez allí enfilé hacia el oeste por el camino que ya hice aquella vez con Andrej. Y fue al llegar a Dovje y Mojstrana donde me incorporé al carril bici. Ahí empezaron los más de veinte kilómetros de falso llano siempre picando hacia arriba hasta la frontera. El carril bici probablemente sea el mejor por el que he ido nunca: se va por el bosque, atravesando pueblos alpinos, pasando al lado de importantes pistas de esquí y se cruzan puentes de ferrocarril del siglo XIX (no en vano el carril va sobre las antiguas vías del tren que llegaba a Kranjska Gora). El carril pasa por la misma plaza principal de este último pueblo, en la que nunca había estado y que me pareció muy coqueta, además de animada. Desde ahí ya quedaba poco hasta Rateče, y menos mal porque se me estaba haciendo largo. Y es que, lejos de los 32 que yo pensaba, fueron 45 kilómetros hasta la frontera. Acojonado estaba sólo pensando en que tenía que volver.
Unas fotitos en la frontera y repostaje con compra de bebida isotónica en la tienda de la parte eslovena (en la parte italiana no hay nada). Y después de este pequeño "ratetxe" en Rateče (una de las estupideces de la visita de Antonio y Eduardo) volví, dudando de si podría completar el trayecto de vuelta. Y eso que, si antes había sido ligera subida, ahora sería bajada. Sí, fui mucho más rápido. Pero los kilómetros no pasan en balde, y a partir de los sesenta mis piernas, especialmente las rodillas, y mi espalda lo empezaron a notar. No en vano nunca había hecho algo tan largo. Mal que bien llegué a Jesenice, no sin antes pasarlas canutas, pues pude comprobar que ese camino de bosque por el que había pasado a la ida (lleno de piedras, barro y charcos) era la continuación del carril bici, con lo cual éste perdió muchos puntos. Hubo un momento en que eché pie a tierra y andé en un repecho duro. Iba exhausto. En fin, como ya llevaba pensado desde hacía un buen rato, a la entrada de Jesenice paré y llamé a Monika para que me viniera a buscar. Metí la bici (llena de mierda otra vez) al coche y vuelta a casa sobre cuatro ruedas. Siempre es un poco una derrota que te tengan que ir a buscar, pero creo que no está nada mal lo que hice. Al fin y al cabo mucho más de lo que pretendía: ochenta kilómetros en tres horas y media.
Casi que esta debería ser la portada del blog. Prometo cambiar de tema para la próxima entrada |
Los "carriles bici" que discurren por antiguas plataformas ferroviarias tienen el nombre propio de vías verdes. Que lo sepas. Bueno, eso y que hay una red europea de vías verdes enorme: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/5b/Karte_Verlauf_EuroVelo.png
ResponderEliminarMuy interesante. No tenía ni puta idea. Tendré que descubrir ese que pasa por Liubliana, porque no tengo ni idea de dónde puede estar.
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