jueves, 30 de junio de 2011

Dirka po Sloveniji


Algunas veces muchas entradas vienen seguidas. Otras veces hay que esperarlas. Estos días no me han dejado sentarme a escribir sobre una cosa que pasó en el país entre el jueves 16 de junio y el domingo 19, que fue la vuelta ciclista a Eslovenia. Es algo que llevaba bastante tiempo esperando y me acerqué a ella un par de días. Para nada es una prueba ciclista muy conocida, pero no dejaron de venir algunos equipos y figuras internacionales. Y el recorrido era bastante atractivo, gracias a la orografía ondulada del territorio. En realidad, el primer día no me tuve que acercar mucho, ya que se trataba de un prólogo por las calles de Liubliana. Me cogí el día libre en Kresnička (por ello, y porque las últimas semanas estaban siendo duras allí) para poder disfrutarlo tranquilamente. Se pudo apreciar ambiente ciclista en la ciudad durante todo el día, mientras preparaban el recorrido y demás. De hecho, me crucé con el Liquigas de Nibali cuando iba por el centro con mi bici del servicio de préstamo. Ya bastante entrada la tarde, un paseo por la zona de "boxes" (por la que fue un lujazo pasear) y después marchamos a la línea de meta, para poder ver a prácticamente la totalidad de los ciclistas cruzarla. Había bastantes aficionados y daba gusto ver el centro histórico así, con la meta a los pies del ayuntamiento. La etapa se la llevó el local Robert Vrečer, del Perutnina Ptuj (uno de los equipos ciclistas eslovenos), secundado por los Liquigas Kristijan Koren (uno de los ciclistas eslovenos punteros) y Nibali. Éstos últimos tiraron maillots durante la ceremonia del podio, pero me quedé a un palmo de enganchar uno.

El podio en la escalinata del ayuntamiento

Y el sábado se celebraba la etapa reina, la de montaña, entre la localidad de Tržič (en Gorenjska) y la estación de esquí de Golte (ya en la región de Koroška, o sea, Carintia). Como la meta quedaba un poco lejos decidí acercarme a la salida. Nunca había estado en una salida y me picaba la curiosidad de ver cómo era. Y además lo hice en bici, ya que Tržič se encuentra a escasos 25 kilómetros de Zasip. Así, dejé el pueblo de Monika bien pronto y llegué hasta Begunje a través de Hraše (pueblo por el que no había pasado hasta entonces y en el que vive una de las chicas españolas que conocí hace poco), para a partir de ahí coger la carretera a Tržič. Me habían hablado muy bien sobre esta carretera para practicar ciclismo, y la verdad es que es totalmente cierto: no mucho tráfico, un continuo sube y baja fácil de llevar y unas vistas espectaculares sobre Gorenjska mientras se cruzaban un buen número de aldeas (voy a dejar de poner los nombres para no ser tan brasas). Una vez allí estuve esperando a la llegada de los ciclistas y les vi pasar por la ceremonia del control de firmas y realizar la salida neutralizada por las calles del pueblo (que por cierto, ya lo había visto anteriormente, pues Maruša y Matic, unos amigos, son de un pueblo cerca de allí). Cuando dejaron Tržič me volví a subir a la bici (no antes sin hacerme con una camiseta de la vuelta, gracias a la organización) para hacer unos cinco kilómetros en dirección a Retnje (precisamente el pueblo de estos dos amigos), ya que la carrera lanzada ya pasaría por allí. Llegúe justo a tiempo para ver pasar escapado a Grega Bole, otro de los principales ciclistas eslovenos y que es de Begunje, con cierto tiempo respecto al pelotón.

Con Carlos Sastre en Tržič. Podría haberlo
hecho mejor en la Vuelta a Eslovenia. Acabó séptimo...

Pero este sábado no acabó ahí, ya que, una vez unido a Maruša, Matic y Monika, nos acercamos (en coche, claro) a Ljubelj, un lugar que tenía ganas de visitar. Y es que ahí se encuentra el único campo de concentración que se creó en Eslovenia durante la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un campo muy pequeño y en plena montaña, que era dependiente del austríaco de Mathausen, y que fue creado con la intención de realizar el túnel que une Austria y Eslovenia a través del paso de Ljubelj (o Loibl en alemán). Yo nunca había estado en un campo de concentración, y éste era uno bastante pequeño y con muy pocos restos, y por eso creo que no tenía ese ambiente desolador que todo el mundo dice se encuentra en otros. Pero a pesar de ello no dejaba de ser algo inquietante ver ese claro en pleno bosque. Todo estaba lleno de flores (pues justo esa mañana se había celebrado el 66 aniversario de la liberación del campo) y también había algunos monumentos conmemorativos. Me llamó la atención que, según las informaciones, no hubo ningún prisionero español, ya que la mayoría de los prisioneros en Ljubelj provenían del campo de Mathausen. Una vez visitado el campo, subimos un poco más por la carretera hasta el túnel y la frontera con Austria (que se encuentra justo a mitad del túnel), donde se encuentra una tienda de frontera exactamente igual a la que había en Rateče y que es igual que las tiendas de los aeropuertos.

Gran parte del campo de concentración...

...y el túnel

Como broche a esta entrada, y probablemente también a mis andanzas ciclistas por cierto tiempo, voy a hablar de lo que hice ese domingo. Y es que fui hasta el lago de Bohinj en bici. Con eso, prácticamente terminé de descubrir todas las carreteras alrededor de Zasip. Llegué hasta el lago y por allí hice un circuito por casi todas las localidades del municipio de Bohinj, terminando en Bohinjska Bistrica, que es la “capital”, a pesar de hallarse algo alejada del lago. Allí estuve curioseando un poco y encontré un cementerio de la Primera Guerra Mundial. Y es que esta zona fue un frente muy importante de lucha entre los italianos y el imperio austrohúngaro. Fue algo bastante más sobrecogedor que la experiencia del día anterior, probablemente porque estaba en una colina alejada de todo bullicio (lo único que se oía era el canto de los pájaros y el rumor del arroyo). Todas las tumbas eran iguales, con una chapa con nombre y posición en el ejército. Entonces, después de los 35-40 kilómetros que hice (no sé exactamente, pues el puto cuentakilómetros ya se me ha roto; ¡cómo odio esos cacharros!), cogí el tren hasta Podhom, porque la carretera que une Bohinj y Bled está demasiado transitada y la verdad es que no se va nada a gusto en la bici.

El cementerio

Resumiendo: estos días, ademas de ciclismo, hubo visitas relacionadas con las guerras mundiales, algo que en la cultura española nos queda bastante lejos y que da gusto ver, para no olvidar la barbarie, que no está tan lejos. Espero seguir saliendo con la bici, pero a partir de ahora ya sólo comentaré cuando haga rutas con algo nuevo que aportar. Podéis respirar tranquilos.

viernes, 17 de junio de 2011

Poemas. France Prešeren. Poeta esloveno, héroe nacional

Una figura triste y meláncolica permanece impasible en la pequeña pero coqueta plaza principal de Liubliana, ya aprieten las heladas del invierno o los rigores del verano, ya se encuentre en la más absoluta soledad o rodeado hasta la saciedad por los asistentes a algún espectáculo o por los jóvenes sentados a sus pies esperando a la cita. Mira de manera desconsolada, como aquel que sabe que no será correspondido, hacia la ventana de su amor platónico, su musa, Julija Primic, que aunque sólo sea así, le corresponde con una tímida mirada. Esta figura no pertenece a otro que a France Prešeren, la gran figura literaria eslovena, que con sus poemas plasmó por escrito el carácter esloveno, esa mezcla de amor a su tierra y melancolía extrema, pero también alegría por vivir. Eso es lo que he podido comprobar en este libro de poemas, con el que me hice hace tiempo en España (por supuesto no sin dificultades para encontrarlo). A pesar de no ser muy devoto de la poesía, no podía dejar de leer a Prešeren, tan importante en la cultura de aquí. France nació en 1800 en Vrba (en esa casa junto a la que pasé el otro día) y murió en Kranj en 1849 (por la casa de su fallecimiento también pasé, aunque hace ya casi dos años, en mi primera venida a este país). Como no podía ser de otra manera, fue un poeta romántico, además de "un bebedor empedernido, un borracho consumado", en palabras del prologuista Felipe Juaristi. Pienso que en cierta medida, es una estupidez traducir poesía (algo sobre lo que el traductor Juan Octavio Prenz habla en el libro), pues se pierde uno de los principales valores poéticos, la rima (la original, me refiero). Pero también es cierto, que sería una pena dejar de conocer a autores de otras lenguas por esta razón. Aún así, me siguen quedando dudas. No en vano he podido comprobar, con mis limitados conocimientos de esloveno, la pérdida de muchos matices en los poemas (se trata de una edición bilingüe, con la selección de poemas en ambas lenguas), si bien se mantiene el significado general. Creo que también  se puede deber a que la edición en algunos aspectos deja bastante que desear. De todas maneras, ha sido muy interesante leer los ejemplos poéticos más importantes de este grande de la cultura eslovena, como la "Corona de sonetos" o "El bautismo en la cascada del Savica" (genial esta composición). La colección de poemas se cierra con "Brindis" ("Zdravljica" en esloveno), cuya séptima estrofa se adoptó como letra del himno esloveno y os dejo aquí plasmada como muestra de la poesía de Prešeren:

Vivan todos los pueblos
que ver el día anhelan,
brille do brillare el sol,
que ponga fin a las guerras,
sean libres
los hombres,
con el prójimo apacibles.

Prešeren inmutable, ante el ballet que vimos el otro día
("El sueño de una noche de verano", por la compañía Tanz
Theater München), dentro del programa del festival
"Junij v Ljubljani". La ciudad rebosa vida estos días.



martes, 14 de junio de 2011

S kolesom do Italije

Pues sí, amiguitos. Mucho me temo que, como seguramente todos hayáis entendido al leer el título de esta nueva entrada, va a caer un nuevo relato sobre ruedas. Prometo ser breve esta vez. Y si habéis entendido, lo habéis hecho bien. En esta ocasión ni más ni menos fui hasta Italia, que se dice pronto. Este finde sólo pude salir el domingo, así que decidí hacer un recorrido más largo de lo habitual (que además tenía que bajar los dos picnics del día anterior). Pero no quería hacerlo tan largo como fue al final, y es que soy tan listo que no sé cómo vi 32 kilómetros de Zasip a Rateče en Internet en lugar de los cuarenta y pico que son. Así me pasaría luego. Rateče (léase "Ráteche") es el pueblo fronterizo con Italia en la esquina noroeste del país por el que ya había pasado en un par de ocasiones con el coche. En esas ocasiones, me llamó mucho la atención el magnífico carril bici que discurre más o menos paralelo a la carretera principal. Así que tenía que probarlo. Además, que me llamaba mucho la atención eso de irme en bici a otro país. Total, que salí de Zasip en dirección a Jesenice (cruzando Podhom y demás, que fue lo único duro del camino), y una vez allí enfilé hacia el oeste por el camino que ya hice aquella vez con Andrej. Y fue al llegar a Dovje y Mojstrana donde me incorporé al carril bici. Ahí empezaron los más de veinte kilómetros de falso llano siempre picando hacia arriba hasta la frontera. El carril bici probablemente sea el mejor por el que he ido nunca: se va por el bosque, atravesando pueblos alpinos, pasando al lado de importantes pistas de esquí y se cruzan puentes de ferrocarril del siglo XIX (no en vano el carril va sobre las antiguas vías del tren que llegaba a Kranjska Gora). El carril pasa por la misma plaza principal de este último pueblo, en la que nunca había estado y que me pareció muy coqueta, además de animada. Desde ahí ya quedaba poco hasta Rateče, y menos mal porque se me estaba haciendo largo. Y es que, lejos de los 32 que yo pensaba, fueron 45 kilómetros hasta la frontera. Acojonado estaba sólo pensando en que tenía que volver. 

Hito fronterizo en pleno carril bici, que continúa en Italia.
Habrá que probarlo algún día

Unas fotitos en la frontera y repostaje con compra de bebida isotónica en la tienda de la parte eslovena (en la parte italiana no hay nada). Y después de este pequeño "ratetxe" en Rateče (una de las estupideces de la visita de Antonio y Eduardo) volví, dudando de si podría completar el trayecto de vuelta. Y eso que, si antes había sido ligera subida, ahora sería bajada. Sí, fui mucho más rápido. Pero los kilómetros no pasan en balde, y a partir de los sesenta mis piernas, especialmente las rodillas, y mi espalda lo empezaron a notar. No en vano nunca había hecho algo tan largo. Mal que bien llegué a Jesenice, no sin antes pasarlas canutas, pues pude comprobar que ese camino de bosque por el que había pasado a la ida (lleno de piedras, barro y charcos) era la continuación del carril bici, con lo cual éste perdió muchos puntos. Hubo un momento en que eché pie a tierra y andé en un repecho duro. Iba exhausto. En fin, como ya llevaba pensado desde hacía un buen rato, a la entrada de Jesenice paré y llamé a Monika para que me viniera a buscar. Metí la bici (llena de mierda otra vez) al coche y vuelta a casa sobre cuatro ruedas. Siempre es un poco una derrota que te tengan que ir a buscar, pero creo que no está nada mal lo que hice. Al fin y al cabo mucho más de lo que pretendía: ochenta kilómetros en tres horas y media.

Casi que esta debería ser la portada del blog. Prometo
cambiar de tema para la próxima entrada
 

martes, 7 de junio de 2011

Sin parar por la Mitteleuropa

Pues sigo con la tónica de aprovechar los findes a tope, ¡y que dure! Este fin de semana más ración de bici y también de "hiking". Sé que a muchos (bueno, a algunos, que este blog no lo lee ni dios) os aburren estas entradas, pero así es la vida. ¡A mí me encantan! Me lo paso genial descubriendo Gorenjska y la verdad es que, gracias a la bici, me conozco bastante bien la comarca de los alrededores. El viernes, nada más terminar mi jornada en Kresnička, me fui corriendo a Zasip a coger la bici para aprovechar el poco tiempo de luz que quedaba. Sólo algo para desentumecer las piernas. Decidí variar un poco el recorrido, que últimamente me estaba encasillando. Aunque no dejé de repetir, porque ya poco puedo hacer para no repetirme si no quiero irme muy lejos. Esta vez tome el camino de Breg y Žirovnica hacia Begunje, pero giré hacia la derecha a la altura de Breznica en dirección a Vrba, pueblo por el que no había pasado. Si Vrba es conocido es por ser el pueblo donde nació Prešeren (la entrada en la que hable de él se acerca irremisiblemente), al lado de cuya casa natal pasé. Y después de Vrba hubo bastante improvisación, ya que empecé a meterme por caminos y bosques sin saber muy bien dónde iba. Un gustazo. Disfruté de un buen rato de "off-road" y al final me di cuenta de que acabé en el campo de golf del Bled, por el que nunca había pasado. No está mal pedalear entre los "greens". De ahí se sale (por una bajada vertiginosa que me sorprendió mucho encontrar) a la carretera principal que une Lesce y Bled, así que encaré la subida a Bled y de ahí vuelta a "casa". La verdad es que noté que las piernas me iban mucho más sueltas que de costumbre (no en vano se tenían que notar los días que habíamos salido Monika y yo a correr durante la semana por Tivoli, el parque de Liubliana). Y esto se confirmaría los días siguientes. El sábado volví a salir y se convirtió en un día grande de ciclismo. Empecé por el mismo recorrido pero llegué hasta Begunje, y a partir de ahí empezó la innovación. Desde allí continué cruzando Zgoša, Zapuže y Zgornji y Spodnji Otok hasta llegar a Mošnje, que es el pueblo del padre de Monika y donde viven sus abuelos (a los que conocí el domingo; bueno, a la abuela ya la conocía de antes). Por cierto, "mošnje" significa cojones, que manda huevos. De ahí bajé a Globoko, parada del tren que me lleva cada día a Lesce y que como su propio nombre indica (significa profundo) está en las profundidades del curso del Sava. Así que salir de ahí solo se podía hacer de una manera: con dolor. Cuestón hasta Mišače, y desde ahí, con titubeos incluídos sobre qué dirección seguir (estaba un poco perdido), otro cuestón más hasta Lipnica. De ahí, con equivocación de dirección, decidí seguir hasta Kropa y visitar a mi compañera en Kresnička Edina. Me recibió muy amablemente, me dio de beber y me presentó a su nieto. Pude descansar después de 30 kilómetros y ver el tormentón que empezó a caer. Con esas, esperé a ver si escampaba, y cuando ya sólo chispeaba emprendí el camino de vuelta. La llovizna me acompañó todo el rato, y esto unido a lo empapada que estaba la carretera, convirtió los veinte kilómetros de vuelta (a través de Kamna Gorica y Lesce) en una aventura que me dejó bastante calado. Pero me encanta montar de vez en cuando con lluvia. Igual que en las etapas de ciclismo por la tele, lo convierte en más mítico. Total, fueron 51 kilómetros en dos horas y veinte minutos. Aún me quedaron fuerzas el sábado por la noche para salir al Grajski pub de Radovljica, donde estuve con unos españoles que había conocido hace unos días (y es que hay, al menos, un par de chicas españolas que viven en la zona de Bled). Allí, pinchaba reggae DJ Sanka, que es un jamaicano que vive en Zasip desde hace tiempo. Además, mientras les esperaba, me encontré a una compañera del centro social de Radovljica y estuvimos conversando un buen rato, con lo que confirmé que realmente ya puedo hablar esloveno (evidentemente, queda muchísimo por mejorar). Y para terminar, el domingo nueva subida con Monika y Kala hasta la cima de Hom, improvisando un poco a la bajada, que hicimos en parte por la otra vertiente, la que da a Jesenice. Y tenía que concluir la conquista de Hom, así que por la tarde volví a salir con la bici y me hice 25 kilómetros. Cambié de inicio, y esta vez fui hasta Krnica y me asomé al inicio del puerto de Pokljuka, que me gustaría intentarlo como gran reto en verano. Lo que vi no fue muy alentador: un cartel de curvas peligrosas durante los 15 kilómetros siguientes y una señal del 12 % de desnivel. Pero no me voy a dejar amilanar. Volví hacia Bled, pasé una vez más por Bodesče y demás pueblos y al volver a Zasip volví a intentarlo con su muro. No iba con muchas esperanzas, pero lo logré. No os podéis imaginar como respiraba al llegar a arriba, parecía un búfalo. Sólo es un kilómetro de ascensión desde la entrada al pueblo, pero las revueltas dentro de Zasip son horrorosas y una vez ya saliendo del pueblo empiezan 400 metros (que se dice pronto) que deben estar en algún lugar entre el 15 y el 20 %. Pero lo logré. Mi autoestima bicicletística después de este finde está por las nubes. Y sí, ha sido un tostón de los que hacen época, pero haberlo pensado antes de empezar a leer.

Vistas desde la otra ladera de Hom

Por cierto, lo de la Mitteleuropa se debe a que esta semana me terminé un libro del creador de este concepto, el triestino Claudio Magris. El libro no tiene mucho que ver, en teoría, con Eslovenia, sino con "El Danubio" (así se títula la obra), pero no deja de haber menciones a este país. Sin ir más lejos, la cita de inicio (algo muy significativo) es un canto popular esloveno que dice así: "cabalgan lejos hasta el Danubio...". Y es que el Sava, mencionado aquí ya muchas veces y principal río esloveno, es el mayor afluente de ese Danubio (Donava en esloveno) que enamora y que visité en numerosas partes durante mis correrías erasmus en Viena. La Mitteleuropa es la civilización centroeuropea de preponderancia germánica que se tendió a expander hacia los Balcanes. Eslovenia, que no cuenta en sus tierras con el Danubio y que no es parte de los Balcanes (por mucho que muchísima gente se empeñe en así decirlo, Eslovenia es Centroeuropa), está absolutamente impregnada de esa cultura mitteleuropea. El libro, que lo cogí del Instituto Cervantes de Liubliana, es buenísimo, pero esa es otra historia que debe ser contada en otro momento.

miércoles, 1 de junio de 2011

Conquista total de Hom a medias

En medio de la desidia que me embarga las mañanas en las que no tengo clases, como hoy, descargo un poco de aburrimiento contándoos que el domingo pasado volvió a girar en torno a Hom. Antes había conseguido subir hasta arriba con la bici a la tercera, pero en realidad ese arriba no es el arriba del todo. Más bien es la mitad, porque se puede seguir subiendo. Y hasta la cima subimos (andando) Monika, Kala y yo, a través de atajos con una pendiente increíble. Una horita de agradable paseo pasando de los 556 metros de altura de Zasip a los 834 de la cumbre de la colina. En lo alto hay unas cajas que contienen un libro para que la gente que suba firme en él y un sello con el que puedes guardar un recuerdo del ascenso. Eso es algo que también había en Golica y es algo habitual para el montañismo aquí, y supongo que también en otros lugares del mundo (no lo sé, porque estas cosas sólo las he hecho en Eslovenia). Después de un descanso, por la tarde estuve limpiando la bici y engrasándola, que ya le hacía falta porque llevaba un buen tiempo con mucho barro (soy un dejado...). Y aunque era tarde no podía dejar de salir un poco con ella, que no cogía la bici desde hacía mucho tiempo (sin contar mis paseos en Liubliana con BicikeLJ, el sistema público de alquiler de bicicletas recién inaugurado). Y pude comprobar que, efectivamente, le hacía falta una puesta a punto. Iba mucho más suelta. El recorrido que hice fue prácticamente el mismo que aquel de la última vez con la súbida a Hom, lo único que suprimí el paso por Selo y la subida final a la colina quise afrontarla a través de Zasip y no por las afueras. No pude con ello, tal como me temía. Es muy corto, pero la verdad es que estas últimas semanas he engordado bastante. Aún así, llegué justo hasta la última casa del pueblo. Justo después de pasar la rampa más dura (que yo creo que no está muy lejos del 20 %) eché el pie a tierra, porque mi corazón no daba más de sí. Habrá una próxima vez, supongo.

Hace tiempo que Kala ya está muy grande.
Aquí, con la cruz (¡qué católico soy!)
que hay en la cima

Las cajitas en los árboles. Muy bucólico todo

Y el souvenir