Tanto en el 2011 como en el 2012 hubo una tarde de mayo en la que pasé por la plaza principal de la ciudad y tuve envidia. Envidia de no poder participar en un acto que a simple vista parecía muy simpático. De no poder participar por no tener tiempo por trabajar. De no poder participar por no tener la condición necesaria también, para que nos vamos a engañar. La mejora de mi forma física de los últimos tiempos y el cambio a un horario de trabajo más convencional me han permitido ajustar esa pequeña cuenta pendiente este 2013. Cada mes de mayo, ante la inminente llegada de los exámenes de junio y el fin del año académico, se organizan un sinfín de eventos culturales y deportivos en el ámbito estudiantil liublianés. En lo que a deporte se refiere el momento cumbre es la carrera estudiantil al castillo. Son dos kilómetros y medio desde la plaza de Prešeren hasta la restaurada fortaleza que domina la ciudad, digamos que más o menos divididos a partes iguales entre una primera parte llana que luego acaba dando paso a la subida al castillo.
Salida y meta, abajo y arriba |
Esta edición era ya la número 20, como casi todas las cosas en Eslovenia (porque hace 21 años de la independencia de Yugoslavia), y si no me equivoco la primera en la que se podía participar con chip y medición de tiempo mediante este sistema. Además, la inscripción era gratis, así que no dejé pasar la oportunidad. La carrera empezaba a las siete de la tarde, pero había que recoger el dorsal bastante antes. Así que el tiempo entre medias estuve tomando algo con Monika en Makalonca, una popular cafetería con terraza en el río. En el mismo río. Cuando se acercaba el momento fui a la línea de salida, en la que me situé bastante adelante. Hubo un calentamiento conjunto y tras una espera que se hizo un poco larga se dio la salida. Todo el mundo salió muy rápido, y yo también. Tal vez confiado en que al ser una distancia corta podría mantener el ritmo. Craso error. En la parte llana no hubo problemas. No estaría muy lejos de la cabeza, pero la respiración ya se había empezado a acelerar y lo acabaría pagando en la subida. Se ascendía al castillo por la carretera, una parte que no conocía y que se me hizo eterna. Mi ritmo fue bajando poco a poco, al mismo tiempo que mi respiración se volvía vertiginosa. Una cantidad ingente de personas me adelantaba y mi objetivo pasó a ser el no detenerme y no vomitar. El dolor de piernas era horrible y el sabor metálico en la boca poco alentador. Conseguí sacar fuerzas de flaqueza y terminar la ascensión para afrontar los últimos metros, ya arriba. Crucé la meta con un tiempo de 12 minutos y 29 segundos. Ni gran ni mal resultado. A pesar de lo decepcionante de que en la cuesta me adelantase tanta gente estuve en mi tiempo de a cinco minutos el kilómetro. Y en la zona media en cuanto a puestos se refiere. Y eso para haber estado sin correr absolutamente nada desde la media maratón de Madrid y para subir una cuesta imponente supongo que no está nada mal. Pagué la novatada de comenzar demasiado rápido. Para la próxima vez ya me lo sé.
Echando el rato en Makalonca |